-->

martes, 28 de abril de 2015

Carta patética de un viernes de abril a las 2:26 de la madrugada

Aunque he aprendido a vivir sin ti, o algo parecido, aún te recuerdo a veces. Le decía a Juno hace unas horas que cuando estaba contigo y te miraba, me sentía como si estuviera viendo a Dios. Y algo así debe de ser, porque en realidad, muchas veces, “una palabra tuya basta para sanarme”. O debería decir enfermarme, porque la euforia contenida en cualquier contacto nuestro pasa siempre después al masoquismo depresivo que me provoca la realidad. 

Sé que eres tan extraño y yo estoy tan desequilibrada que no es sostenible ningún tipo de relación entre ambos. No podemos vernos. Nada. Cero. Quizás me duele más saber que es por mí en mayor medida y que tú eres más normal. O bueno, simplemente que tú no sientes nada por mí ya, nada de nada. Tú no sientes esa cosa rara en el pecho cuando ves que pone Niebla en la ventana del teléfono. Tú podrías quedar a tomar café sin que eso afectase a tus esquemas. Lo sé, y aún duele, aunque no debiera.

Quiero seguir escondiéndome y seguir lejos. Para mí, este tiempo, ha sido como si hubieras muerto. Dejé todo atrás y perdí cualquier contacto. Al principio me costó, pero luego o lo entendiste o te dio igual; tal vez simplemente yo no te importaba y seguiste con tu vida. Fue irónico porque otras veces habías rogado por un mensaje y esta vez no insististe mucho. A lo mejor entendiste que debías dejarme vivir en paz, no sé. De todas formas, ¿sabes? Daba igual, porque cuando me rogabas, no me querías tampoco. Te importaba, sí, cosa que ya no, supongo. Porque tú no eres como yo, tú querrías verme si te importase. Así que no te importo ya. Y antes… antes teníamos una dependencia mutua, vale, pero por tu parte no era amor. O lo que fuera la locura esa que sentía yo. O la mierda esa que llamábamos conexión.

No, no he sentido la conexión esta noche, pero he estado cerca. Mucho más de lo que jamás hubiera imaginado que podría estar contigo a través de una ventana de chat. He sonreído, me he reído. Escribías muy deprisa. Y he temido en algún momento haber dicho algo inapropiado después de tanto tiempo sin hablarnos. Sin embargo, tú respuesta ha sido que deberíamos hablar más, . Era como si todo siguiese igual. Aunque no sea cierto. O sí, porque no había nada y no lo hay. 

Al despedirnos escribías y borrabas y yo pensaba: ¿me dirá algo de quedar? Pero no. Y pensé que quizás te has dado cuenta, que yo sigo igual, que una parte de mí no ha cambiado. Que no se puede, que se me iba a ir de las manos otra vez. Que nunca lo superaré, que estoy desequilibrada. Pero luego me has hablado otra vez como si nada. "Esto para que lo leas mañana", has puesto. No habías pensado nada de eso. Nunca, o casi nunca, le das tantas vueltas a las cosas. ¿Lo ves? No lo puedo manejar, se me escapa, no lo puedo evitar.

Por eso no quiero verte otra vez por este mundo en que vivimos. Pero si pudiera pedir un deseo, sería poder abrazarte ahora, en esta noche que me siento tan débil. Me vestiría y caminaría sola en la oscuridad y el frío hasta ese antro hostil solo por un abrazo tuyo. Un abrazo de aquellos que duraban minutos, de esos en los que la gente se nos quedaba mirando. De esos en los que yo pensaba que no podía haber ni mejor olor ni mejor lugar en todo el jodido mundo. Vale, estoy llorando, pero solo un poco, lo prometo, ha sido una lágrima. Es tarde, me pasé de cañas con M y luego de diálogo con Juno, que es peor que veinte copas. Pero es cierto que en este preciso momento, eso es lo que deseo, con toda el alma: darte un abrazo, acurrucarme en una de tus sudaderas con capucha y respirar tranquila. Respirar tranquila, ajena al mundo. Permanecer ahí unos minutos, con los ojos cerrados, sin pensar en nada que no sea lo bien que me siento. Pero que al día siguiente todo continuase como antes, que no recordases el abrazo, como si alguien te hubiese borrado la memoria. Que no me hubieses visto y ni siquiera hubiéramos hablado. En realidad, ojalá olvidases hasta que nos conocimos, que existo. Porque el recuerdo que guardas, estoy segura, es mínimo y sin significado. Pero el mío no. Yo no quiero olvidarlo. 

Ojalá no volver a verte. Nunca. Jamás. Lo deseo cada día con todas mis fuerzas. No quiero saber nada más de ti, no quiero tenerte cerca, pero, joder, maldita sea, mataría por ese abrazo que no quiero darte en realidad, que te daría sólo si no pudieras recordar. Quién sabe, quizás sueñe que lo hago, quizás sueñe con tu abrazo. Un sueño me valdría. No habría tanta diferencia ya con los que pasaron, que ya no parecen reales, que seguro ya no recuerdas, como si alguien te hubiese borrado la memoria.



Hold you in my arms...
I just wanted to hold you in my arms.