-->

miércoles, 27 de febrero de 2013

No me creas mucho, aunque no te mienta.

Eso, que es un verso de Rulo, debe de ser lo que le dice mi alter ego a mi yo, o mi yo primario al secundario, o mi yo inconsciente al consciente. Lo digo porque después de lo que escribí ayer, ese maldito yo, el subconsciente, debió de acostarse con la cara del señor de la foto de ahí abajo. O al menos se levantó con ella porque lo primero que hizo mi yo consciente, o sea, lo primero que hice  después de desayunar, antes incluso de vestirme para ir a clase, fue... ¡escribirle un email al Hobbit! Claro que sí, porque yo NO lo valgo, no lo valgo nada, vaya. 

La cara que le pone mi subconsciente
 a mi parte racional cada vez que dice que
tienen que olvidarse del Hobbit.
Para colmo, a última hora de la mañana, me llegaba un whatsapp de uno de mis amigos de la banda, pidiéndome el teléfono del Duendecillo. Se lo di, claro, y le pregunté educadamente que para qué lo quería. Tanto este amigo, como P, como mi mejor amigo, como el Hobbit, como el Cabrón anulador, el presunto Elfo y el Duendecillo estudiaron la misma ingeniería. Quizás debo plantearme qué me lleva a juntarme con este colectivo, aunque mi principal sospecha gira en torno al frikismo del que suele hacer gala esa gente. El caso es que mi amigo, que estuvo trabajando en la capital y ahora está en la ciudad de Juno, aquí al ladico, me dijo que había visto de lejos al Duendecillo en una entrevista de trabajo que su empresa hacía hoy. Al igual que me ocurrió en Navidad, cuando este amigo me contó que había conseguido el empleo y visto allí al Cabrón Anulador, enseguida empecé a revolverme en mi asiento (hasta la profesora notó que me pasaba algo raro) pensando en qué cojones le pasa al puto Hobbit que no se entera de estas entrevistas. Vale que a mí me pasa igual, somos esa gente que nos enteramos de convocatorias de becas justo el día que termina el plazo y corremos a hacer los trámites en el último momento viéndonos obligados a adjuntar una foto de fotomatón o de la primera comunión en los casos más urgentes, y lo mismo con bolsas de empleo o similar. Pero, JODER, Hobbit... Que mi amigo es muy majo y muy bella persona y el Duendecillo es un ser como venido de otro mundo (pero para bien, no a lo extraterrestre como el Hobbit) pero al lado de mi frodillo son retrasados mentales, que necesitaron 6 y 7 años para terminar una ingeniería de 3, que tardaron un año en hacer el proyecto... Mientras, mi ser sacó todo año a año, hizo el proyecto de septiembre a marzo y sacó un Sobresaliente. Que parece tonto pero luego mira.

Si no le hubiera escrito ya esta mañana, le habría vuelto a escribir, muy enfadada. Luego pienso que no tengo derecho ni razón. Aparte de que se me ve el plumero (a veces no lo oculto y otras veces le escupo, una vez literalmente) es el primer interesado y supongo que el primero al que le jode no haberse enterado por segunda vez, con lo cual no creo que necesite que ni yo ni nadie le machaque más. Pero coño, espabila, que estamos en la España de Rajoy, que no puedes estar así en el mundo, ¡que te van comer!

Mientras aumentaban mis ganas de contacto con ese ser —a pesar de que ayer me hizo sentir FATAL cuando hablamos y sopesé seriamente si cerrarle la puerta en las narices y tragarme la llave—, iban disminuyendo notablemente las pocas ganas que me quedaban de acudir a la fiesta, que es mañana. He pedido a B que llueva y pueda poner excusas creíbles de por qué no ir, ya que salta a la vista (o más bien al oído) que tengo tantos mocos que incluso podría basar en ellos mi dieta diaria y cumplir con los requerimientos proteicos de la dieta Dukan. Ir, iré, porque tengo como la obligación de hacerlo y porque es un día en el que no puedes saber qué va a suceder y si no que me lo digan a mí, que allí tuve mi primera conexión con el Hobbit y allí le dije dos años después que estaba enamorada de él (en realidad era que seguía, pero claro, nunca antes le había yo dado tal información, al menos no con palabras o claramente). Pero eso lo he contado ya treinta veces. 

En fin, que esta tarde debería ir a comprar el avituallamiento y también artilugios para ultimar el disfraz, pero he decidido que no me voy a disfrazar, entre otras cosas porque vamos a estar a temperaturas en torno a los cero grados, así que no creo que sea plan, sinceramente, de ir como una estriper, ahí enseñando chicha en medio de un bosque (que es donde es). Para ir con el abrigo encima pues ya ves, me pongo mi ropa normal y máxima felicidad. Iré con los ánimos con los que fui a la de hace tres años, en plan "bueno pues a ver qué tal", aunque para esa sí me semi-disfracé como ya dije y le conocí, o más bien re-conocí, porque habíamos coincidido muchas veces y nos habían presentado, él había estado durmiendo en el sofá de mi piso compartido incluso, le había llevado en mi coche y todo, pero nunca había reparado en él. Y ese día, entre cientos de personas, entre ellas el Duendecillo, consiguió llamar mi atención por fin... Pero ya basta de ponerme melancólica, ¡ay! Hoy me he puesto las pilas otra vez, no estoy dispuesta a que el día desastroso de ayer me quite la energía con la que empecé la semana, con mil ideas para el proyecto de la universidad que quería rechazar pero que ya no, con la determinación de adelantar trabajo y con la decisión firme de que, maldita sea, ¡voy a aprobar el examen de inglés! Lo haré aunque sea lo último que haga en este mundo cruel, tengo que poder. 

Y así os dejo hoy, sin ansiedad ninguna por las pestañas del email o las redes sociales, con mis dudas sobre si acudir o no la fiesta (sé que ninguna decisión será difinitiva hasta el último minuto, porque así soy yo) y con un pasotismo extraño pero enérgico para enfrentar lo que queda de semana y lo que con ella se me venga. Sí, soy una contradicción en mi misma como decía el Hobbit, pero precisamente esa es una de las cosas que me hace ser como soy, con lo bueno y con lo malo, y sigo pensando que mis mil contradicciones tienen más sentido, mucho más, de lo que a simple vista pueda parecer o del que puedan tener los comportamientos aparentemente coherentes de otras personas. 

Buenas tardes y que la fuerza me acompañe sea cual sea mi decisión.

.

martes, 26 de febrero de 2013

El secuestrador zombie y los siete enanitos.

El día de ayer, contra todo pronóstico, estuve bastante cargada de energía. Apenas dormí -ya vistéis a qué horas escribí-, pero alcancé el sueño REM. Y lo sé porque cuando me levanté, incluso antes de que me sonase el despertador —porque me meaba viva, hablando claro—, de repente, sentada en el señor roca, se me escapó en alto un "hostia puta" al recordar lo que había soñado. Ya, ya lo sé, hablo fatal, el Hobbit dice que soy la versión en castellano de Deb, la hermana de Dexter.

A lo que iba. Yo vivía en un piso que no era el mío, una especie de casita o algo así, comunicada con otras por un patio. Todas juntas eran como una comunidad de vecinos, a lo Melrose Place, pero en pobre. Yo vivía, por lo visto, con un hombre que no sé bien qué relación mantenía conmigo. Yo le tenía cierto miedo, es decir, yo en mi sueño estaba muy intranquila. Le iba a echar pero realmente no quería que se fuera. Era un sentimiento muy contradictorio —algo que no he sentido nunca yo antes, por supuesto, ¿sentimientos contradictorios yo? Nah—. Le decía algo como "Te tienes que ir, me han dicho que pensabas acabar conmigo; sabes que lo mejor es que te vayas". Me sentía traicionada, por lo visto alguien me había dicho que ese tío  pensaba matarme. Él me decía que tenía razón yo y que, aunque me quería (luego os digo mi teoría sobre esto), sí era cierto que con el tiempo iba a matarme porque no lo podía evitar así que lo mejor para los dos era que se fuera. Pero no se iba, se quedaba en el hall de la casa y no se iba. Entonces yo le agarraba, abría la puerta y le sacaba, pero no por la fuerza, sino que le cogía como si fuera un maniquí muy pesado. Así se mantenía él, como inerte. Y en esos momentos tomaba la forma como de un zombie del libro "Y pese a todo..." —un sueño mío sin zombies es menos habitual que una madre que no te dice que te bebas el zumo antes de que se le vayan las vitaminas— pero como con una careta de piedra y muy estático. No sé, una cosa muy rara y que daba un mal rollo de fliparla.

Así se volvía ese hombre.
Cerraba la puerta tras él y realmente en ese momento me sentí mal porque se iba, pero a la vez sabía que iba a volver y me daba mucho miedo porque, joder, que al final me iba a matar. 

A la vecina de enfrente, que debía de ser amiga mía, le faltó tiempo para venir a mi casa, entrar y darme la enhorabuena por lo que había hecho. Empezó a decirme que debería haberlo hecho hace tiempo, que vería ahora qué bien iba a ir todo, que iba a ser libre (¿?¿?)... pero que llamara a un cerrajero para cambiar la cerradura porque si no él sería capaz de regresar mientras dormía. Y esa idea solo de oírla me hacía temblar.

Mientras el cerrajero, que por supuesto apareció instantaneamente, cambiaba la cerradura entraban más vecinas a mi casa a darme la enhorabuena y traerme cosas. También entraron de repente 7 niños pequeños, como de 5 años o así, que me recordaron en ese momento a los 7 enanitos de Blancanieves. Fueron pasando alegres y contentos como cualquier niño normal y yo les iba haciendo una caricia en la cabeza revolviéndoles el pelo. Todos insistían en que ahora era libre y que el mundo me esperaba. Por lo visto ese tío me tenía encerrada en casa, me tenía como secuestrada y yo no salía ni al jardín comunitario. Esa fue mi sensación, puesto que tampoco sentí algún vínculo con él, no sé, era raro, era una cosa como muy despersonalizada, yo qué sé.

Así de feliz era yo y así saltaba.
Una vecina me dio un bikini y me dijo que saliéramos al jardín de la comunidad. Así lo hice. Fuera había un terreno bastante grande, con las casitas alrededor y una piscina en medio. Había mucha gente, niños jugando y riendo, y hacia sol. El agua de la piscina salía como una fuente fuera de ella por los bordes, elevándose en forma como de cortina, hasta más o menos mi altura. Entonces yo salía al sol y empezaba a correr y saltar alrededor de la piscina, era como si no hubiera salido de casa en años. Corría como Heidi por las montañas, como Lisa Simpson en el capítulo aquel que estaba drogada, riendome y saltando, completamente feliz. Cerraba los ojos, el mundo iba como a cámara lenta y a la vez muy deprisa y yo seguía corriendo, saltando y riendo alrededor de la piscina con el agua esa cayendo sobre mí. Lo estaba gozando, cada vez me sentía mejor y más feliz, estaba en un estado de felicidad plena y gritaba: "¡Soy libre! ¡Soy libre!". Hasta ahí lo que recuerdo.

Con lo aficionada que soy a ellas, estando haciendo mi primera micción del día, no pude por menos que ver en todo esto una gran metáfora, una metáfora gigante, una metáfora de dimensiones astronómicas, una metáfora más grande que mis ganas de triscarme al Hobbit disfrazados de Bill y Sookie. No, en serio... no pude evitar pensarlo, pensar que quizás mi subconsciente me estaba mandando un mensaje, un mensaje de que echara a mi secuestrador, cambiase la cerradura y fuera libre. Un mensaje de que, aunque da miedo, es tan "fácil" como cambiar un maniquí de sitio. Y lo peor de todo es que él no está contribuyendo de ningún modo a no hacerlo. Es más, creo que el maniquí está ahora mismo parado en la puerta y en parte ha llegado ahí solo, aunque yo le haya ido moviendo un poco el fin de semana. Sólo tengo que cerrar bien y asegurarme de que no vuelva a entrar. Pero no es tan fácil; hoy, después de 3 días de desaparición, me ha dicho que vendrá también este fin de semana otra vez. Si os digo la verdad, tampoco es que tenga ganas de verlo, ya no. He deseado que no viniera, sabe B que lo he hecho, que tenía esa esperanza.

---

add: ¿Y lo de los 7 enanitos? Anda que no es raruno. Estaba yo pensando ahora —y diciendo en alto: qué fuerte, qué fuerte— que yo muchas veces he dicho que el Hobbit fue lo que me impulsó a "despertar" del letargo en el que estaba sumida entonces. ¿Quizás es eso? ¿que mi príncipe, el perfecto, el que me despertó, luego no resultó serlo? Supongo que esto es como lo de la astrología y el tarot, que quien quiere se identifica si quiere, con lo que quiera.

----

Nota: He cambiado un poco el blog para que las entradas fueran menos alargadas y se leyeran mejor. A Juno le ha gustado. Llevaba tiempo queriendo hacerlo pero la plantilla que usamos es muy vieja y la única forma de cambiarlo era metiéndole mano al código html, por eso no me había puesto, me ha costado lo mío pero por fin lo he sabido hacer. Espero que el cambio sea a mejor y así la lectura resulte más agradable.

lunes, 25 de febrero de 2013

Emo inspiration.

No he hecho los bocetos para la universidad de la jodida escultura que debe plasmar unos absurdos y utópicos ideales de felicidad y deseos que serán frustrados para todos o por lo menos para mí, con lo cual me da igual que los de los demás se cumplan o no. Nunca he sido de alegrarme del mal ajeno y soy bastante de alegrarme por el bien de otros, pero llegados a este punto -las 5  de la madrugada- ya me da igual. Por mí como si mañana todos de la manita se tiran desde el aula de sumi-e, que es la que está en la azotea, a lo Delicioso suicidio en grupo.

Tampoco he estudiado, ni he preparado las webs (ahora son dos, se multiplican), no he decidido qué día me presento al maldito examen de inglés y sigo ahogándome en mocos, pero eh, eh, eh, he parido un colgante que sería el sueño de cualquier adolescente emo:

Mi pateticidad no alcanza límites.
No sé si es más grave que de mi cabeza haya salido esto (mira, de esto sí que hice boceto ¬¬) o que me guste el resultado, no me avergüence (cuando sé que debería) y ¡ojo! piense usarlo -dentro de 3 horas lo estreno, con un par-. Y es que mientras el Hobbit estaba de fiesta haciendo B sabe qué, yo estaba ahí dale que te pego a las grapas y demás, fue lo que me salió del alma.

Y con lo que me gusta a mí echarle las culpas al Hobbit de las dificultades en nuestra no-relación, que Juno y P me digan que he sido dura con él y le pongan de pobrecito para arriba es tan perturbador que de verdad he llegado a pensar que no me he portado bien el fin de semana, pero no creo que hubiera otra cosa que pudiera hacer. ¿He dicho ya que estoy cansada de la situación? ¡Como si yo no le quisiera ver! Por favor...

Lo que no quiero es ir a clase mañana -dentro de tres horas-, no quiero hacer la puta escultura, no quiero volver al curro que odio y no quiero ir a la puta fiesta que es ya esta semana. Ni follarme al presunto Elfo. No, no quiero.

Me voy a dormir ahora que por fin estoy que no me tengo de sueño -me aburro hasta a mí misma-. Disculpad si ya no os pido perdón por escribir mierda. Oh, si lo acabo de hacer. Como la vida misma.

Feliz semana.

sábado, 23 de febrero de 2013

Feliz anti-aniversario.


"Podríamos hacer como si fuéramos a vernos mañana, 
aunque sea mentira"

------------

Nos despedimos de una forma más o menos así. Tú dijiste: "Bueno, nos vemos el fin de semana" y me diste dos besos y un abrazo muy sentido, porque las criaturas del bosque os despedís así, como si tuviérais que aseguraros de rompernos por dentro a seres como Juno y yo. 

Todavía recuerdo exactamente dónde estábamos, por qué calle nos fuimos cada uno y casi puedo ver tu cara al decir esas cosas que realmente no querías decir. Mis amagos de independencia tipo "no quiero nada serio", "no te pilles mucho de mí", "yo vivo el presente y ya", "no tenemos que ponerle nombre" acababan de reventar en mi cara y todas las cosas que te dije esa noche (que no quería perderte, que creía que merecías la pena, que sentía mucho no poder seguir conociéndote pero que lo entendía) con un saber estar y una serenidad que aún hoy no sé de dónde saqué supongo que sólo alimentaron ese pensamiento tuyo de "eres una contradicción en ti misma". Por momentos dudaste, dijiste que a lo mejor sí volvíamos a estar como "al principio", ese jodido e idílico principio que imagino que fue fruto de diferentes explosiones hormonales, cosas de la madre naturaleza. Pero yo la volví a cagar, porque siempre la cago y te dije que no, que no te engañaras que no iba a ser como al principio ya más. 

No sé cuántos borradores he escrito ya. Tengo que borrar, parar, borrar... porque de recordar ciertas cosas entro en un estado nada favorable emocionalmente. Me pregunto si tú sabes qué día es hoy, si lo recuerdas. A mí me ha dado un bofetón el día cuando me he sentado a desayunar con la radio puesta y han dicho que Urdangarín entraba a declarar al juzgado. Me he dado cuenta del día que era y me ha recorrido un escalofrío. Luego he necesitado escribir, pero ahora no puedo, no soy capaz de hacerlo de forma ordenada, porque se agolpan demasiadas sensaciones dentro de mí.

Podría decirte muchísimas cosas hoy y quizás no te diga nada. Ojalá me llamaras para tomar un café hoy que estás aquí, o para ir al cine a ver esa película que los dos queríamos ver y estrenaron ayer. Si te has dado cuenta del día que es hoy es probable que eso te eche atrás, porque después de todo, aquel día, hace hoy dos años, habíamos quedado para ir al cine, aunque nunca entráramos porque yo te pedí que me dejaras ya, que si lo ibas a hacer, lo hicieras. Y lo hiciste.

Si tú no me llamas o me escribes, no sé si lo haré. Diría que no, pero llevo toda esta semana sumida en un estado mental muy extraño, como si fuerzas exteriores me dominaran. No sé si es la ansiedad de la que se aqueja tanta gente. Cuando he tenido sentimientos angustiosos siempre ha sido propiciado por circunstancias externas bastante extremas, así que a lo mejor no se siente igual y esto es ansiedad. No sé.

Si hablamos supongo que lo haremos de las movidas que se trae nuestro grupo de amigos o de tu trabajo, porque últimamente no me preguntas por mí, no sabes que la Universidad me ha encargado la escultura del Hall de mi campus, por ejemplo. En realidad no ha sido a mí, ha sido a "la Chalecos" y a mí. "La Chalecos", esa chica que fue contigo a clase y dice que eras tonto, que cuando nos vio juntos en el cine viendo Frankenweenie al día siguiente puso el grito en el cielo preguntándome si salíamos juntos y diciéndo que, por Dios, cómo podía haberme fijado en ti, que me merecía algo mucho mejor, que eras un panoli, un soso y encima muy feo. Esa a la que pensé que iba a partirle la boca en ese mismo momento, pues esa. 

Quizás te hable de lo del proyecto ese, es un buen tema de conversación al fin y al cabo, supongo, aunque creo que te da igual. Con otras cosas mías creo que te aburro y no estoy en condiciones mentales de hablar de la fiesta, cuando lo hago es sólo para demostrarte que he superado lo de la última, y es mentira. 

Lo que en realidad te diría si pudiera decirte la verdad sería bastante simple. Que aún te quiero mucho y que tenía yo razón. Cuando tú me dijiste que mis sentimientos eran muy volubles, que en dos meses iba a pasar de ti y que yo nunca había estado enamorada de ti, yo te dije que me conocía mejor de lo que creo que la gente normal se conoce a sí misma, y que aquello no tenía pinta de írseme a pasar ni en dos meses, ni en un año. Y eso, tenía yo razón. Aquí estoy escribiendo esto, justo dos años después de la noche extraña que no fuimos al cine y casi un año después de que te dijera por primera vez que estaba enamorada de ti -demasiado tarde no, lo siguiente- y tú te pusieras a llorar diciéndome que eso era mentira y que nunca te había querido, en tu primera demostración en más de un año de no estar vacío por dentro, como dicen todos, y ser capaz de sentir cosas.

Aquí estoy, tanto tiempo después sin poder ser feliz porque no soy capaz de tomar una decisión que supuestamente tomé ese día: si continuar intentándolo o rendirme definitivamente. Se suponía que eso estaba cerrado, que yo lo asumía y pasaba página, que tú también. Y luego mira, como imanes cargados, como mosquitos a la lámpara de luz, como moscas a la mierda. ¿Crees que esta vez la distancia hará lo que el tiempo no ha podido? Yo creo que lo deseo. Aunque también lo temo, pero sé que lo temo porque he vivido así demasiado tiempo. 

Creo que he intentado
sustituir las decisiones por café.
El Duendecillo que, al contrario que tú, es muy yo, me dijo una vez que tomar decisiones, te hagan esas decisiones feliz o no, es la única forma de salir de un bloqueo emocional. Es probable que tuviera razón -el cabrón siempre la tiene-, pero es muy improbable que yo tome una decisión, si llevo un mes intentando decidir si veo cierta película en versión original subtitulada o la veo doblada. Mientras tanto, claro, lo que ocurre es que sigo sin ver la película y la quitarán del cartel sin que eso ocurra (no es una metáfora, es tal cual).

Otra mierda de entrada. Una más para la colección.



Nota: De todas las veces que he visto El sexto sentido, todas he llorado cuando le niño dice la frase con la que he empezado la entrada. Todas. La última, ayer.

Nota 2: Siempre me ha parecido muy curioso que el Hobbit me dejara el 23F, asegurándose, quisiera o no, de que me iba a acordar de ese día toda la puta vida, quisiera yo o no.

jueves, 21 de febrero de 2013

Feel like a teenager

Me desintegro. Creo que los únicos orificios de mi cuerpo que no expulsan fluidos son mis oídos, aunque sospecho que la infección de la garganta se trasladará a ellos en breve. La semana pasa y a mí estar tanto tiempo dentro de casa no me viene nada bien. Tengo tantas cosas que hacer y me veo en unas condiciones físicas tan precarias que me aturullo, me estreso y creo que somatizo ese estrés, entrando en un círculo vicioso sin fin. Y en otro ciclo sin fin estoy con el dolor de garganta, la lizipaina, los halls y sus efectos laxantes si te pasas con ellos. Y me paso con ellos. Mucho. Yo soy amiga de cualquier cosa que pueda crear adicción.

Esta mañana me levanté y me sentí muy sobrepasada por todo lo que tengo que hacer, el poco tiempo de que dispongo y el estado físico que no me deja. Estaba en pleno ataque de furia contra un vendedor de ebay que no me manda un paquete cuando P me ha escrito un whatsapp para decirme que el presunto Elfo ya se  ha pedido días libres en el trabajo para venir a la fiesta. Ese día propiamente dicho y el siguiente. El siguiente. ¿Y por qué no me lo dice a mí directamente?, os preguntareis. Porque, amigas, el presunto Elfo odia las redes sociales con todo lo que conllevan y no tiene cuenta en NINGUNA. Punto pa él*.

Estoy escribiendo porque es la hora del Hobbit y la ansiedad me va a sobrepasar en breves, en cuanto le vea conectado a la maldita red social de rigor. Ayer, como dije, me mandó un email preguntándome por mi estado de salud, lo que mi amiga P ha traducido como "quiere tenerte atada corta para el día de la fiesta", entre otras lindezas. Yo no estoy tan segura. Por la tarde se conectó al dichoso chat y... supongo que pasó algo parecido a esto, al menos por mi parte, que él igual estaba fapeándose:

Sí, soy como una adolescente. Lo cierto es que una de mis reglas más sagradas es no abrirle conversación primero. En el último año habré empezado a hablar yo como mucho en cinco ocasiones y una de ellas fue el día de su cumpleaños para felicitarle. Y sí, es algo de lo que me siento orgullosa, ¿qué pasa? Sé de sobra lo patético que es, pero peor sería que le abriera yo conversación, ¿o no? Gracias a B doy cada día porque él tiene un Nokia 3310 (true story) con todo lo que eso no implica.

Volviendo a la fiesta, Juno me ha confirmado su no-asistencia, lo cual sé que hará peligrar mi integridad tanto física como moral y si no a ediciones pasadas me atengo. Al menos he convencido a mis amigas de que nos disfracemos de otra cosa diferente a lo de hace tres años, pero no sé si ha sido peor el remedio que la enfermedad, porque el disfraz escogido tiene ciertas connotaciones erótico-sexuales que... Yo no sé cómo me han liado, pero con estas pistas seguro que os hacéis una idea: gorra, esposas, corbata, porra... Sí, hijas, sí, como las estripers, pues así... Si de verdad acabase triscando como quiere P (joder, parece que se la van a meter a ella en vez de a mí) la situación iba a ser cuanto menos pintoresca.

Bueno, pues la hora se me echa encima y ya he empezado a cambiar de pestaña compulsivamente. Llevo una semana bastante out of control en este sentido, ayer el móvil vibró de forma imaginaria en mi bolsillo al menos 10 veces durante la hora en que coincidimos conectados a la vez y le doy más vueltas a todo de lo que sería sanamente normal. El encierro y el no poder hacer casi nada es lo que tiene. Y sigo sin saber si viene el fin de semana o qué piensa hacer. Me estoy indignando cual Elvisa Yomastercard sólo de pensarlo. Que no veas tal peli que ese finde la vamos a ver al cine, que no voy, que sí voy, que hablamos por videoconferencia esta semana (JA!), que tenemos que hacer una escapada este finde, que prepara algo especial para el viernes... Pues genial, ¿eh? Porque además el sábado es 23F, ¡podemos celebrar el aniversario de la primera vez que me mandaste a hacer puñetas! En realidad da igual, todas esas palabras se las ha tragado la tierra, como otras tantas, como a él en ocasiones. Y, de todas formas, estoy hecha una piltrafa, igual ni puedo salir de casa.

Y con esto y un ataque de tos muy sobreactuado os dejo y me voy a hacer algo de más o menos provecho con mi vida.

Besicos virulentos.




----------------------------------------


*El Hobbit tampoco tenía cuenta en ninguna hasta que yo le pedí la suya y se la hizo. Cómo se da la vuelta todo, ¿eh?

miércoles, 20 de febrero de 2013

Guía para seguir mejor las desventuras de Niebla (I): El Duendecillo

Hace mucho tiempo, probablemente ya un año, dije que iba a hacer una entrada para explicar quién era cada uno de los personajes a los que voy nombrando en el blog. Al principio escribía para mí principalmente, como mucho para Juno, y ambas sabíamos a quién nos referíamos con cada apodo. Los habituales del blog creo que no llegáis ni a una decena, pero da igual, estoy griposa y no tengo ganas de trabajar (con todo lo que tengo que hacer), así que voy a ponerme a este tema pendiente.

Quizás debería empezar por el Cabrón Anulador, porque sucedió antes en el tiempo y es quién estuvo más tiempo en mi vida, por lo menos "oficialmente", pero no me apetece recordar más malos ratos hoy (hace unos minutos estuve mirando fotos de la fiesta de hace 3 años, lo sé, soy masoca) así que voy a hablaros del Duendecillo.

El Duendecillo (parte I)




Conocí al Duendecillo hace ahora casi 10 años. He contado en el blog que tuve un grupo, una banda de música. Él tenía otro con el que sigue tocando a día de hoy. Un día cualquiera de verano, el Duendecillo vino a vernos tocar, ya que por aquel entonces éramos pocos grupos en la ciudad (ahora hay muchísimos) e intentábamos mantener cierto compañerismo entre nosotros. Me atrajo físicamente desde ese primer día, recuerdo que le miraba desde la tarima y pensaba en quién coños sería aquel chiquillo (estaba segura de que era más pequeño que yo). Como imaginaréis éramos adolescentes. Yo misma me sentía sorprendida al mirarlo, ¿cómo podía algo tan chiquitico atraerme tanto?

El Duendecillo era un chico muy menudo, muy delgado y no muy alto. Tenía -y tiene- una cara como muy dulce, con sus pequitas, sus ojos verdes y su pelo negro como carbón. Dubidubi (ya haré otra entrada explicando quién es este) dijo una vez que tenía cara de gatito pidiéndote un bocado. Lo cierto es que tiene unos rasgos muy peculiares pero imagino que muy armónicos y simétricos porque, aunque yo no lo sabía, un porcentaje altísimo de chicas de la ciudad sentían esa misma atracción que sentía yo. Ahora es más alto (no mucho para ser chico, será como yo) y tiene más cuerpo de adulto, más masa muscular, pero tampoco dirías que tiene la edad que tiene (es un año más mayor que yo). Lo cierto es que durante gran parte de mi adolescencia me sentí atraída bestialmente por sus ojillos verdes élficos y sus pecas, aun estando yo con otros chicos.

Fui enterándome de quién era y resultó que el Duendecillo era como un personaje de serie americana adolescente: guapo (aunque algo lejos del canon oficial por lo de los no-músculos, eso es cierto), tocando un instrumento musical y, claro, con una novia que parecía salida de la Vogue. Además era hijo de familia bien, con bastante pasta. En cuanto a estilismo, pues él mismo dice que odia las etiquetas y no se considera dentro de ningún grupo en especial pero, bueno, para que os hagáis una idea, lleva un rollo alternativo-punk muy a lo Frank Iero (que me encanta, por cierto, y con el que se da un aire más que considerable; está linkeado el nombre si no le ponéis jeto).

Durante años simplemente fue mi amor platónico, como el de otras tantas conciudadanas, alguien totalmente inaccesible. Coincidía con él en bolos y coincidí con él y su novia en el instituto, llegando a tener amistad con esta última sin saber al principio que era su novia.

Cuando yo tenía 18-19 años conocí al Cabrón Anulador, mi relación más larga hasta ahora (3 años, aunque no sé cómo aguanté tanto). Resulta que el el Cabrón Anulador tocaba el mismo instrumento musical que el Duendecillo y además empezaron la misma carrera (que es la misma que la del Hobbit también), así que se conocían, lo que hizo que yo empezase a tener más relación con él, aunque tampoco demasiada. Mi entonces novio el Cabrón Anulador, que también lo tenía en un pedestal (el Duendecillo resulta igual de atrayente seas del sexo que seas y esto es así, y la autoestima del otro desgraciado además era nula), me hablaba de él normalmente por temas musicales, pero hubo una época en la que me empezó a contar cosas más personales a raíz de que la Modelo Nórdica (así me refiero en varias entradas antiguas a la chica que salía con el Duendecillo) le dejó porque se iba a terminar sus estudios fuera y él ya no entraba en sus planes de futuro. Él estaba destrozado. Recuerdo que tenía un blog y yo lo leía, aunque nunca se lo dije. Por aquel entonces yo estudiaba en la ciudad de Juno y empecé a coincidir con él en el autobús que nos llevaba y nos traía los fines de semana, porque él estudiaba allí también. Entonces no había redes sociales como ahora (teníamos myspace por lo de los grupos) pero el messenger, que era mucho mejor que toda esta mierda, estaba en pleno auge. Empezamos a hablar en el bus y alguna noche por el messenger y yo no podía estar más sorprendida: el chico que en apariencia era perfecto, parecía ser incluso más perfecto. Tenía muchas imperfecciones, claro, entre ellas una cierta tendencia a la distimia como yo, aunque era normal considerando que le acababa de dejar su novia después de ¿5 años? (no me acuerdo cuánto salieron). Para mí aquello era más una virtud que un defecto, la verdad. Pero las cosas por aquel entonces no fueron mucho más allá de conversaciones bastante superficiales o sobre música.

La historia comienza de verdad ocho meses después de que a él le dejara su novia, cuando el Cabrón Anulador se atrevía por fin -sé que lo deseaba desde hacía tiempo- a ponerme la mano encima. Es un episodio tan negro para mí que sólo Juno, otra amiga y el Duendecillo saben que ocurrió esto. A raíz de aquello se acabó la relación, que nunca debió durar tanto. También fue en febrero-marzo, estoy maldita. El caso es que mi cumpleaños era en fechas próximas y el destino (y que la ciudad es muy pequeña) hizo que coincidiera con el Duendecillo en el lugar en el que hacíamos botellón por aquella época. Esa noche nos quedamos hablando en un banco del parque hasta que se hizo de día. Recuerdo esa noche con muchísimo cariño. Fue noche de conexión. Nunca había sentido algo así y no lo volví a sentir con nadie hasta años después, con el Hobbit. Sinceramente, no confío en sentirlo otra vez, y además creo que no quiero.

Pero sigamos. A partir de esa noche, empezamos a hablar muchísimo por el messenger, normalmente también por las noches (siempre hemos sido ambos criaturas nocturnas). En cuanto le vio cerca de mí, el Cabrón Anulador rompió todo tipo de relación con él. Bueno, en realidad, al principio le escribía mensajes amenazantes, ya os podéis imaginar el tipo de personaje que era.

El Duendecillo hizo que no me metiera en el agujero que me podría haber metido en aquel entonces y creo que yo también le ayudé de algún modo.

Su personalidad iba mucho más allá de cualquier cosa que yo podría haber imaginado. Como todos, tiene sus cosas buenas y malas, aunque a mí me resulta un ejemplo muy claro de la típica persona que te parece alegre, creativa, inteligente y segura de sí misma, que parece feliz y equilibrada pero que luego resulta tener un mundo interior increíblemente complejo, que no todo es tan bonito y perfecto, que tiene dentro muchos fantasmas, algo a lo que él y yo decidimos llamar "la oscuridad". Y es que cada vez estoy más convencida de que ciertas cualidades buenas llevan casi siempre aparejados ciertos inconvenientes inevitables, que unas cosas van unidas a otras sin que puedan existir por separado. Otra persona que responde a este modelo es la Gafapasta, que dicen que es mi gota de agua (tenéis por ahí entre las entradas más leídas una que escribí a raíz de esto, se llama Era de esperar).

La primera noche que el Duendecillo me besó el mundo se me dio la vuelta. Jamás podría haberme imaginado que ese chico pudiera fijarse en mí, que me eligiera teniendo tanto y tanto dónde escoger (en serio, suena peliculero pero era increíble lo que movía ese chaval). Además, después de la relación que había tenido, tanto mi personalidad como mi autoestima estaban bastante perjudicadas. Pero él... no sé, fue como si me reactivase, como si me devolviese a la vida. La primera vez que nos acostamos (ya llevábamos un tiempo liándonos, quedando y eso), al terminar me dio un ataque de risa. Cuando me preguntó que qué me pasaba, le contesté: "Que me acabo de follar a *inserte aquí su nombre y apellido*".

Continuará (pero a saberse cuando).


PD: Recordad que podéis darme vuestra opinión sobre mi vida hobbital en la encuesta de arriba a la derecha. No sé qué me parece más grave, si que yo haya creado la encuesta o que ya hayan votado 3 personas O_o

Mocos, fiestas y criaturas del bosque.

He incubado una mezcla de gripe con gastroenteritis, voy a hacer semana redonda.

Ayer llegué de clase y me pasé el resto del día en la cama; hoy he decidido pasar de salir de casa. El día de hoy requería demasiado esfuerzo físico y también mental a primera hora, y no estoy para ninguno de los dos. De hecho, he metido una cucharilla en el microondas. No quiero invitar a que viváis al límite como yo, pero que sepáis que no ha pasado NADA.

Ayer el Hobbit se puso en contacto conmigo a través de un chat. Estaba normal, no hablamos de lo del fin de semana pasado pero, como ya dije yo, tampoco del que viene. Y no le pregunté si iba a venir. Para qué. Estoy en un estado apático y abatido (un 70% se lo debo al virus este) y ya para qué, para qué hacer más el gilipollas, llevo 2 años así, por un día que no me arrastre tampoco pasa nada. Ay, qué cansada estoy. Le dije que me iba a ver The walking dead y no llevaríamos ni 10 minutos hablando. A última hora me volví a conectar, sin haber visto los zombies además, y hablé otro rato con él, que se había ido a cortar el pelo y debió de pensar que era buena escusa para vernos por videollamada, pero le dije que tenía el cerebro lleno de mocos y que me iba a la cama. Además, no me interesa ver el pijo en el que se está convirtiendo. ¿Puede ser más absurdo todo?

Por otro lado, no sé cómo ha pasado, pero le dije a mis amigas que nos disfrazaríamos en la fiesta, que ya está ahí, queda una semana. El caso es que como no queremos gastar dinero pensamos en complementos, trajes que ya tuviéramos, etc, y al final ha ganado por goleada uno que incluye los complementos que llevamos hace 3 años, cuando nació la maldita conexión con ese ser, cuando me dijo que él también sabía lo que significaba wonderwall y al día siguiente nos mandamos unos videos de youtube con nuestras canciones favoritas de Oasis que no estaban incluidas en el doble cd recopilatorio que acababan de sacar y que los dos teníamos original. También cantamos a voz en grito Creep de Radiohead, aunque confieso que para mí esa canción siempre estuvo asociada al Duendecillo.

Sé que es una estupidez lo de asociar fechas, ropas, canciones y todo eso, y sé que dije que iba a afrontar toda esa situación de la fiesta como una machota, enfrentándome a ella de lleno, a lo terapia de choque... Pero llevar la misma ropa que llevaba el día que empecé a verle como algo más me parece ya un chiste de mal gusto.

Mi amiga P (parece que hablo de Penélope Cruz), sigue empeñada en que entre D y yo va a ocurrir algo ese día a no ser que yo me oponga a ello, y sus formas de decirlo me hacen sentir como si tuviera que tomar una decisión. A partir de ahora llamaré a D el Presunto Elfo porque sí parece un ser de ese rango, pero ya sabéis, nunca es oro todo lo que reluce, así que seguirá siendo presunto hasta que demuestre sus bondades. El caso es que habla, hablo, hablamos del presunto Elfo como si él no tuviera nada que decidir aquí, ¿o qué? Supongo que P ha tenido conversaciones con él de las que yo no estoy del todo informada.

Ayer antes de que me llegaran los mocos al cerebro estaba teniendo un día de lo más lúcido, pensando que a mí nadie me tiene que programar nada, que me agobio pensando posibilidades y es una estupidez, no tengo que tenerlo controlado, no tengo que tomar ninguna decisión ahora, tengo que dejarme llevar y ya está, si no quiero no va a pasar nada, voy a estar con él todo él día, ya sabré yo si me atrae lo suficiente como para hacer según qué cosas, joder, que no somos robots y somos mayorcitos. Y no debo pensar en el Hobbit, ese día debe ser como si no existiera, porque no es mi novio y no pinta nada en esto, ha tenido dos años para terminar de definir algo y no lo hace. A veces se acerca pero nunca termina de hacerlo, siempre pienso que es por mi culpa, pero, ¿lo es de verdad? ¿Cuánto tiempo voy a estar midiendo todos mis movimientos por esta persona, anteponiéndole a mi propio bienestar?

Y aunque pienso todo eso como una niña mayor, le echo un montón de menos y me dan rabietas de esas de ¿POR QUÉ NO ME QUIEREEEEEE? y mis pensamientos se descontrolan totalmente. Sus comportamientos y palabras son tan ambiguos que realmente mi cabeza me puede llevar por donde quiera, me puede convencer de que me quiere y que esto va camino de definirse algo o puede convencerme de todo lo contrario, porque si quiero, encuentro suficiente argumentación para ambas cosas. Y que le quiero, coño, pero estoy cansada cansada y encima mirad qué mierda de entrada otra vez, coño, si es que encima siempre escribo lo mismo. Además estoy creando un hype con la fiesta que pa qué... veréis como la armo. Es que lo sé, lo sé.

Edito a las 12:27. El Hobbit me ha escrito un email desde el curro preguntándome cómo voy de mi virulencia... Así no, eh, así no. Ay lo que se me está ocurriendo, me debe de estar subiendo la fiebre.

Edito a las 12:35. En un ataque de sentido del humor de este absurdo mío he hecho una encuesta a lo ombligo del mundo, para que votéis como si de verdad mi vida sentimental fuera "Cómo conocí a vuestro padre". Hombre, hay que tener humor en esta vida. La encontraréis arriba a la derecha.

martes, 19 de febrero de 2013

Insomnio matutino.

6:31 a.m.

Me despierto con taquicardia y ya no soy capaz de conciliar el sueño. Tal vez me he pasado de mierda últimamente.

Miro el teléfono y tengo un email de la zorra de ojos verdes, a la que a partir de ahora llamaremos Amy por su parecido razonable con Amy Lee. Resulta que Amy está también con una ensaladilla en la cabeza bastante importante y, sumado a que controla sus impulsos sexuales bastante peor que yo (digamos directamente que no los controla) se mete en algunos berenjenales que... en fin.

Amy es amiga del Hobbit desde hace años ya. Cuando yo empecé con el Hobbit la miraba con malos ojos (de ahí el apodo que le puse a la chica). Sobaba al Hobbit (ahora también me soba a mí) y era guapísima, desde que la conozco digo que es la chica más guapa que he visto en persona, aunque muchos me lleven la contraria.

Amy está muy rayada también últimamente, porque su no-novio, su criatura adorada, se ha ido a trabajar aún más lejos que el Hobbit. Y ella, que lo pasó realmente mal y para arrastrarse tampoco tiene la contención que tengo yo, sin saber cómo, ha terminado liándose con otro. El huido la llama muy de vez en cuando, uan vez a la semana si hay suerte, y le dice que la echa de menos. Ella se siente fatal porque se ha trajinado al otro y hasta le empieza a gustar, aunque insiste en que quiere al huído.

Amy siempre me ha dicho (la última vez ayer) que el Hobbit y yo somos personas a las que quiere muchísimo a ambos y quiere que estemos juntos, unido a una serie de improperios hacia el Hobbit como que te tiene que follarme más y pensar menos, ser menos rancio, ect. Yo intento controlar mis palabras con ella porque después de todo, era su amiga antes que mía y los findes se mete pal cuerpo lo que no está escrito y a saber. Ella quiere hablar con él. Realmente quiere "volver" a hablar con él. Tampoco sé qué es lo que dice realmente el Hobbit en esas conversaciones, aunque él también me ha hablado de ellas, desde hace tiempo ya. Desde que sus amigas me conocieron, él mismo dice que me adoran y que ya parece que me quieren más a mí que a él.

Necesito hablar con Amy esta semana y no sé si voy a poder. Ella siempre me ha animado a tirarme a alguno que se me haya puesto a tiro, diciéndome que el Hobbit no arranca y que no puedo esperarle toda la vida -es justamente lo que dice ella ahora sobre su huido para justificarse- y que además así, si se entera, quizás espabile. Pero ya se dio una situación similar hace un par de nocheviejas y lo único que conseguí fue joderlo todo.

Aquí, de confesiones megamatutinas, os digo que en el octubre pasado me acosté con el Duendecillo (sí, debo la entrada explicando quién es este personaje). Pero sabía que el Hobbit no iba a enterarse. Y además, el Duendecillo es el Duendecillo, ni siquiera debería contar.

¿Vais adivinando por donde van los tiros? Por D (que es D de otra cosa, no de Duendecillo, también tendré que ponerle nombre a D, pero no pensé que fuera a alcanzar esta importancia). Dentro de nada es la dichosa fiesta esa. La fiesta donde conectamos el Hobbit y yo hace años y donde me rompió la vida el año pasado. Hasta hace un mes dije que no iría. Hace un par de semanas el Hobbit me dijo con tristeza que no estará y me sentó tan mal que decidí que iría, a lo terapia de choque, y que mira, iba a venir D, así que iba a pasar lo que tuviera que pasar. Pero entonces pasó lo del fin de semana pasado que alguna amiga se empeña en definir como boicot del Hobbit a lo que pudiera venir.

Cómo me enrollo, es increíble. El tema es que ahora estoy en una espiral extrañísima, en la que le he vuelto a demostrar al Hobbit lo mucho que me importa, lo mucho que quiero estar con él, que venga. Y él... él quién sabe, si se contradice a cada minuto. Y luego está D, que vendrá, que me atrae muchísimo tanto físicamente como de personalidad y con quien me dejaría llevar sin dudar si supiera que lo del Hobbit no va a ningún lado. Que de verdad creo que no va a ningún lado. Pero siempre tengo ahí ese reconcome y ese pensar que pueda cagarla igual que en nochevieja. Y es que D no es cualquiera, o eso creo. Y es que D me atrae, aunque por supuesto que no tiene nada que ver con lo otro. Nunca he sido de intentar quitar una mancha de mora con otra mora.... Esto no es eso. De todas formas a lo mejor estoy adelantando acontecimientos que no debo.

Supongo que lo que ocurrira el fin de semana que viene será bastante decisivo. Y quizás debo hablar con Amy, y dejarla que hable con él, como quien no quiere la cosa, aunque sinceramente, yo no creo que el Hobbit vaya a contarle a nadie como se siente en realidad, porque él no lo necesita.

Yo solo quiero vivir, ser feliz, hacer mi vida. Me gustaría que fuera con él. Él es el primero, claro que lo es. Y creo que lo sabe. Pero como dice Amy de su huido: "Le quiero, pero no es mi novio, y sufro, no puedo estar viviendo a medias esperando algo que ni siquiera sé si llegará, que ni siquiera sé lo que es".

Me voy a desayunar y disculpadme una vez más. O me desahogo aquí o acabaré volviendo locas (más aún) a Juno y P.

lunes, 18 de febrero de 2013

Ensaladilla mental II

Pues aquí estoy, comiendo gelatina y con un dolor de garganta de tres pares. No sé si he somatizado la tensión emocional o simplemente he fumado demasiado. Supongo que será una mezcla de ambas, unido a todo el barniz que he esnifado esta tarde.

Qué inocente soy. Qué pasguata. De camino a correos a enviar unos pedidos, llamé a Juno en plena crisis existencial sobre si bloquear a ese ser o no en las redes sociales, sobre si evitarle o no. No puedo ser más estúpida.

He intentado mantenerme entretenida por la tarde. Al mediodía me han hecho un pedido con tan mala suerte de que tenía ya fabricado el artículo en cuestión, solo tenía que barnizarlo y elegir fornitura. Como tenía que ir a correos, y puesto que esta semana he vendido más cosas de las que pensaba* y encima me quedaba de camino, fui a comprar otro tipo de barniz porque el que venía usando no me convencía demasiado. También compré pinceles nuevos en un bazar asiático, cosa que os desrecomiendo encarecidamente porque son LA MIERDA.

Juno me sugirió que no bloquease ni evitase a ese ser incomprensible que es el Hobbit, así que así lo hice. Lo cierto es que a medida que transcurría la tarde, iba temiendo tanto que se conectase y no me hablase, que opté por desconectarme yo y así no saber nunca si me habría hablado o no. Llegué de hacer mis compras y estuve un ratillo, hablando con P -la amiga común- mientras barnizaba unos artilugios que tengo que entregar mañana. Decidí salir a tomar un café porque necesitaba seguir distrayéndome.

Durante el café, mi amiga P siguió con su teoría sobre que lo que el Hobbit intenta es boicotear mi presunto polvo con D a toda costa. Yo, sinceramente, hablando claro ya, no tengo ni puta idea de nada, pero a medida que ha ido pasando el día, me he ido sintiendo más y más cansada y más y más desanimada. He recordado demasiadas cosas que no me viene bien recordar (y escrito borradores sobre ellas) y ya no sé ni lo que siento. Como le dije a Juno, siento algo parecido a cuando te dejan, o a cuando tú tienes que dejar a alguien a quien quieres pero sabes que es lo mejor porque él no te quiere o algo así. Y la situación no es en absoluto nada de eso, pero siento algo similar, algo contradictorio. Para colmo, P me ha advertido de que no va a estar los dos próximos fines de semana, y yo cada vez que pienso en mí misma casi suplicándole al Hobbit que venga, me siento más y más absurda.

P está empeñada en que en la fiesta maldita va a suceder algo entre D y yo, "porque sí, es como cuando decía que iba a pasar entre el Hobbit y tú, esto es igual, que lo sé, lo sé". Y a mí esta situación me va a empezar a superar en breve, y me doy miedo. Me doy un miedo terrible.

He llegado a casa y lo primero que he hecho ha sido poner el ordenador y ver si se había conectado. Le dije a Juno que ahora venzo bien la tentación, pero ¿a quién voy a engañar? Y de ahí lo del principio, lo de que soy idiota. Bien podría haberle bloqueado, evitado, lo que quisiese, que ni se iba a dar cuenta, porque ni siquiera se ha conectado. Maravilloso, ¿eh? Esperad un momento, que voy a volver a mirar (patología en directo). Acojonante. Me meto y está. Pienso que voy a contar 10 y si no me hablar me desconecto. Cuando llego a 9 se desconecta él. Ahora la rayada máxima. ¿Me habrá visto? ¿Se ha desconectado porque me he conectado yo? ¿NO MALDECÍS LAS PUTAS REDES SOCIALES, LOS WHATSAPP Y LA PUTA MADRE QUE LOS PARIÓ?

Pues me he vuelto a meter. Joder, estoy fatal, ¿a qué sí? Y ahí está otra vez. Por B. Lo he visto y zas, he cerrado la ventana. Es como que necesito saber que si quiero puedo hablar con él. Es como si necesitara saber que no me evita. ¿Se habrá vuelto a meter porque me vio? Supongo que simplemente se cayó, porque le pasa con el wifi chorizado.

Joder, a este paso voy a necesitar ayuda profesional.

Inspira, espira, inspira, espira...

En una de estas voy a expirar, ya veréis.

Esta foto es cortesía del Duendecillo. Os debo una entrada habladoos de él.
No podéis negar que es absolutamente maravillosa.
-----------------------------------------------

Quiero pedios disculpas por el caos que son las 3 últimas entradas. En realidad todas lo son, pero la de esta mañana se lleva la palma. Prometo intentar controlarme más. En serio. Pero pensad que si no lo escupo aquí, acabaría saliendo de algún modo en mi vida diaria. Que eso, que ya, ya me callo. Y que gracias.

-----------------------------------------------

*Ya os hablaré de las cosas que fabrico y vendo, que no me van a sacar de pobre, lo hago más por hobbie que otra cosa, pero últimamente me están dando la vida por lo que me distraen.

Ensaladilla mental.

Hoy me he despertado dos horas antes de lo que había programado mi despertador. He escrito una entrada muy personal, sobre la enfermedad que pasé, que coincidió de pleno con mi principio con el Hobbit. Ha salido muy larga, aunque en algún momento la publicaré, pero me da la sensación de que da pena y de que además deja al Hobbit en un lugar bastante malo, así que al final me he echado atrás.

Me siento casi tan mal como el año pasado por estas fechas o como hace dos.

Tengo dos tipos de malos sentimientos, que realmente son las 2 caras de una misma moneda. Por una parte está el sentirme mal conmigo misma por haber hecho algo mal cuando las cosas podrían haber ido bien. Por otro lado está el de las cosas que no puedo controlar, como que él ahora esté en Madrid.

Puede que la cagase yo el sábado, es posible, sí, la cagué. Lo reconozco. Pero ¿quién puede vivir en este estado de tensión? Mi sensación es de volverme completamente loca y llegó un momento en el que ya no pude controlar tanta contradicción dentro de mí y estallé.

Sólo tengo ganas de llorar hoy otra vez.

Ni siquiera mi Juno, mi Pepito Grillo particular, supo qué aconsejarme. Vuelvo a ese estado en el que tengo que medir todo, todo lo que hago. Me apetecía quedarme pero no quería que se notase cómo pierdo el culo por él. Sin embargo, hice lo que hice, demostrándolo aún más. Decidme si no hubiera sido más natural quedarme con ellos sin decir nada, tomarme unas cervezas y dejarle que me acompañase a casa.

Lo cierto es que me derrumbé cuando me dijo que quizás no viniera este fin de semana. Culpa mía también, que debí de reflejar el sufrimiento en la cara porque casi lloro. Imbécil. No tengo otro adjetivo. O sí: patética.

Ayer me debatía entre el llamarle o no mientras iba en el bus, quizás pedirle perdón por mi comportamiento extraño, aunque muy Niebla, todo sea dicho. ¿Pero para qué? Si era solo para sentirme mejor yo. Con él lo empeoraría todo. Él se agobia antes esos comportamientos que sabe perfectamente de qué son fruto. Y son fruto de mil emociones reprimidas dentro de mí que no sé cómo expresar. A veces lo he arreglado llamándole, lo he arreglado hasta tal punto que le volví a tener. Pero el resto de las veces, suele ser para mal. Le agobio. Le vuelve esa sensación de que soy una persona complicada, inestable y, probablemente, caprichosa. No lo sé, todo esto son mis suposiciones. El hobbit es alguien con quien no puedes hablar porque huye. Huye, huye. No habla de las cosas, no habla en general. E igual que no habla, parece que no siente tampoco, salvo en contadas, contadísimas ocasiones. Y yo... yo no sé a qué a atenerme.

Quiero gritar, joder.

Ayer quería llamarle, pero sabía que no debía, por todo lo que he dicho antes. ¿Qué es mejor? Maldita sea, era imposible decidirlo. ¿Qué le iba a decir si le llamaba? No podía tomar la decisión. Juno, contra todo pronóstico, me dijo que lo hiciera. Me dijo que ya valía de no ser yo, que ya valía de medir todo, que fuera egoísta y si lo necesitaba le llamase. Llegué a decirle a Juno que iba a llamarle pero para decirle que no podía más y que fin, que se acababa, que no viniera ni en bus ni en tren ni nada, que yo ya no podía más, que estoy harta, que hiciera su vida en Madrid, que yo hiciera la mía aquí... Es ridículo, porque después de todo es lo que ya estamos haciendo. Juno me dijo que no, que no le dijera eso porque eso no era lo que quería decirle. Pero seamos serios, tampoco puedo decirle lo que quiero decirle. ¿Y qué quiero decirle? ¿Arrastrarme otra vez? ¿Cumplir con la tradición de febrero de montar el drama? No.

No le llamé. Me metí en la cama y puse el despertador y todo, para despertarme y llamarle, pero no lo hice. No le llamé.

¿Sabéis qué me pasa? Que no lo asumo. Que sabía que esto iba a pasar, que era el fin, que vendría un fin de semana o dos, y ya. Yo misma no venía de la ciudad de Juno por no soportar el tiempo en autobús y era una hora, ¡una hora! Que no es nada comparado con su viaje. Y le entiendo. Le entiendo porque yo tampoco le garantizo que vaya a verme si viene. Porque no viene por mí, porque no somos novios, no somos nada. Somos una gilipollas enamorada de un tío que es un bienqueda y que no sabe lo que quiere ni lo que siente ni sabe una mierda. Y yo no puedo más, joder, no puedo.

Tengo que terminar de montar la web para el rollo que he empezado últimamente, necesito tener algo para hoy, mañana como muy tarde, y no voy a poder, no puedo porque me falta ánimo.

Y me muero de ganas de llamarle otra vez, ¿pero sabéis por qué? Porque me siento muy mal y busco de forma desesperada sentirme mejor. Aún así, sé que llamándole no lo voy a conseguir (aparte de que está trabajando), pero busco, busco y busco desesperadamente la forma de sentirme algo menos mal. Y de que me diga que sí, que viene el viernes, y que prepare ese algo especial, o ese viaje de fin de semana, del que sé que no va a volver a hablar. Porque lo sé. Lo sé. Porque la cagué al volver. Siempre lo hago. ¿Pero hasta qué punto es mi culpa?

Joder.

domingo, 17 de febrero de 2013

Ni todas las advertencias del mundo son suficientes.

Me vestí, me puse guapa, joder, estaba guapa, lo sé, no soy subnormal.
Y ya estoy aquí. Llorando.

No sé por qué lloro, porque no sé nada.

Mi amigas se fueron y tuve que decidir entre mi orgullo y él. Si supiera algo seguro, no habría dudado, pero con él nada es seguro nunca. Así que le dije que no sabía qué hacer. No es que insistiera demasiado en que me quedase o no sé. Tampoco sé qué quería o esperaba. Entramos en un bucle de incompresión como otras tantas veces. Y me iba. Y entonces dijo: "Dame un abrazo". Y en lugar de abrazarle me extraño y digo: "Pero...". Me tiene cogida por la cintura y me dice que es que no sabe si el fin de semana que viene va a venir. Me debe de cambiar la cara, y le digo que entonces sí que me quedo, le digo que cómo que no va a venir. Me dice que no, que sí, que tranquila, que vendrá, que es que está hasta los huevos del autobus pero que va a mirar trenes. Y yo digo: "No, no vas a venir, lo acabas de decir". "Que sí, vengo en tren..., mira...". Y se pone a explicarme los horarios de los trenes, pero yo ya no escucho, yo ya nada. Asegura que vendrá y yo debo de tener cara de mucho sufrimiento. Toda la situación es sumamente incómoda y mi cara debe de ser de máxima tristeza o yo no sé, porque no entiendo nada. Porque entonces empieza a decirme que esta semana hablamos por noséqué pollas que le pregunto qué es y me dice que es viéndonos por el ordenador... Y luego me dice que sí, que el viernes nos vemos, y que hablamos mientras por ese chisme y que tenemos que hacer algo el finde que viene, irnos a algún sitio o algo. Llego a tal nivel de incomprensión que solo quiero llorar como forma de desahogar toda la tensión. "¿A dónde quieres ir?", le digo. "No lo sé, tenemos que hacer algo especial el finde que viene, ¿vale? Piensa algo y hablamos entre semana". Yo no entiendo nada, joder, yo quiero llorar. "Pero si me has dicho que te dé un abrazo que no vienes... y ahora me dices que si vamos a algún sitio ese finde...".

No puedo más.

Le digo entonces yo que me abrace, que sé que no va a venir, y me dice que sí, y empezamos a abrazarnos pero no acabamos, la situación es tan sumamente extraña, absurda e incómoda que lo digo: "Mira, déjalo, esto está siendo incomodísimamente raro, me voy a ir...". Me dice que vale, me giro y ya tengo los ojos humedecidos. Camino unos 50 metros sintiéndome el ser más absurdo de la tierra y no sé si el alcohol o yo deciden que me dé la vuelta, que voy a ir al bar donde iba y le voy a decir que salga a fumar conmigo un cigarro, que no hace falta que hable, que me vale con que esté sentado a mi lado. Y que no pregunte, que soy muy rara y ya.

Y vuelvo. Entro al bar y le busco, pero no está. Salgo y entonces ahí aparece, aún no habían entrado, estaba precisamente fumando el cigarro. me mira y se ríe. "Pero Niebla...". "Dame un cigarro, anda". Le digo que no he podido irme a la cama, porque aún tengo el efecto del alcohol y no quiero acostarme así, que me pongo mal.

Cojo el cigarro y me siento en un banco, va a venir y le digo que no venga, que no es necesario, le espanto. Sus amigos dicen de ir a otro bar, me levanto y camino con ellos unos metros antes de decir que me marcho, que lo que me apetece es estar sola dando una vuelta, que solo quería el cigarro, y que si me da otro para el camino. Me lo da y me dice que cuando dé la vuelta que vuelva, que estarán en ese bar. Pero obviamente me vengo a casa.

Estoy tan cansada... Tan cansada de ser tan estúpida. Tan cansada de no ser capaz de dejar de sentir esto. Tan cansada de seguir siempre con ese algo dentro que me dice que luche, que lo intente, para cada febrero sentir que muero.  No iba a ser menos este.

Quizás no debería haber vuelto, sólo hice el subnormal, aunque también podría haberlo hecho más. Quien no se consuela es porque no quiere. Y pienso y pienso y no entiendo nada. Ni sus palabras de la semana pasada, ni de ayer, ni de hoy antes, ni de hoy hace unos minutos... Todo es tan contradictorio...

Supongo que fui una ingenua una vez más. O no. O yo qué sé. Parece cambiar de opinión a cada minuto. Ya no cada semana, ya no de una hora a hora, ahora es ya en cuestión de segundos...

¿Qué hacer esta semana? ¿Cómo sentirme? ¿Puedo escoger?


4:17: Me llega un sms suyo, que ya se va a casa. Sigo sin entender absolutamente nada. Lo contesto y nada más darle a enviar sé que no va a contestar. Me siento aún peor. Me arrepiento de enviarlo. La mierda.

4:39: No ha contestado. Llamo a la zorra de ojos verdes (joder tengo que cambiarle el apoyo a esta chica), que es una amiga común cuyo equivalente al Hobbit se fue a Barcelona hace algo más de un mes, con la que he llorado esto alguna noche, y con la que descubrí las jirafas sonrientes. Esta noche apenas he estado con ella unos minutos. Ahora está en el bar de siempre, en el que debería estar yo "aprovechando" el tiempo con el Hobbit. He llegado a un punto de debilidad tal que no me siento capaz de controlar esto y estoy demasiado cansada de sentirme tan mal como para resistirme a la opción fácil. "Oye, ¿has mezclado alguna vez las azules con las rosas?". Y así pretendo anestesiar esta mierda de sentimientos, con un parche químico imperfecto.

Pero como mi subnormalidad no tiene límites y mis falsas esperanzas tampoco, dejo abierto el chat de la red social, a ver si se da el milagro de que me despierte con una interacción suya. Y estoy tan tonta -aparte de semiborracha-, que mientras lo he escrito me he dado cuenta de lo patético que es y ya estoy lloriqueando otra vez. Y me doy un ultimátum: si el próximo fin de semana no viene, dejo esto para siempre -lo intento con más ganas al menos-. Pero sigo dejando el chat abierto, y deseando como una payasa que, por favor, me despierte con su aviso. Y vuelvo sentir ganas de llorar.

sábado, 16 de febrero de 2013

Tú eres la coca-cola...


"Harto de estar tan solo rodeao de mucha gente... te espero derrotado en el bar de siempre". Y pienso que no es una buena idea ir a derrotarme al bar de siempre, porque él también va, y mientras suenan canciones como esta todo mi puntillo alegre se viene abajo de pronto. Sí, debería empezar a ir a discotecas de esas con la música tan alta que no te puedes ni oír pensar.

—Pero Niebla, qué pasa, ¿te ha subido todo el alcohol de repente?
Sonrío, seguramente con cara de alto grado de embriaguez.
—Es la puta canción... Ven aquí...
Le tiro del jersey y le acerco. Nos estamos tocando mucho hoy y me encanta. Me mira y sonríe.
Menuda llevas...
Que no. En serio, estoy bien —mentira—, escucha.
—Escucho —me dice sin dejar de sonreír.
Señalo al techo y canto:
Tu eres la Coca-Cola yo soy el wisky barato... No me digas que no es de lo más bonito que te pueden decir.
Se ríe.
—Sí, vamos, es de un romántico...
—Te he extrañado. Bastante. Estos días.
Se le escapa una risilla.
Pero si nos estamos viendo más que si viviera aquí... antes casi tenía que ponerte una pistola en la sien para que salieras un viernes... y ni por esas. Y ahora porque hemos coincidido, que ni me has contestado al mensaje...
—¿Qué mensaje? No lo he visto...
Es cierto. Saco el móvil e intentando entrar en los mensajes me doy cuenta de que sí voy menos sobria de lo que me gustaría... 

"Ya estoy aquí :) ¿te veré esta noche? "

A la mierda todo ya. Si es que encima lo ha escrito sin faltas de ortografía... a eso sí que no me puedo resistir.
—Ven...
Le abrazo y me abraza. Tengo que decir en mi defensa que hacía menos de diez minutos era él quien me había dado un abrazo así, de repente, porque sí. Me da un besico en el pelo y oh, ¡hola B!, creo que estoy viendo a B saludandome a lo lejos... (B está muerto, aclaro).
—¿Quieres que salgamos a fumar un cigarro a ver si te despejas un poco?
No quiero despejarme, lo que quiero es amoooor...
TOMA YA. ¿Niebla? ¿Hola? ¿Hay alguien ahí dentro? No te escudes en el alcohol que no vas tan jodida. Ya, ya sé que la canción tiene mucha culpa, pero por B, que estás a punto de decir las palabras mágicas, que son mágicas porque hacen que se esfume como si de verdad fuera un Hobbit y tuviera el anillo único.
Yo te doy siempre mucho amor.
Alzo la vista y le miro con cara extrañada y sarcástica.
Sí, vamos, un amor... y suelto una risilla-resoplido.

Pero tampoco esa noche me va a acompañar a casa. Y cuando intento iniciar acercamientos que lleven a algo más, noto cómo le incomodo o al menos es la impresión que me da. Cuando nos despedimos ni siquiera saca las manos de los bolsillos y me recuerda al último fin de semana antes de que me dejara, que empezó a comportarse justo igual. Va a hacer 2 años de esa fecha exacta dentro de poco. Desde entonces no volvimos nunca a ser oficialmente nada, aunque realmente hemos sido más cercanos en muchas ocasiones. Y aunque le noto cierta rareza e incomodidad, sin embargo, me ruega que salga hoy y me promete que esta noche me acompañará a casa. Le digo que no sé lo que haré, insiste muchísimas veces e incluso llega a intentar el chantaje:
Pues yo el finde que viene... 
Insinúa que no vendrá.
Chantaje emocional no. Más te vale venir, ya te lo aviso, eh.
Sonríe.
Sal mañana.
—Que no sé.
—Pues entonces yo tampoco no sé qué haré pa'otro finde...
—Haz lo que quieras, no vengas si no quieres, pero sabes que el jueves siguiente es *inserte aquí fiesta en la que viene D y él no está*, ¿no?
En un momento le he dado la vuelta al chantaje. Al principio pienso que quizás no entienda el mensaje, pero sí, le ha cambiado la cara.

Me cago en Dios.
 Yo sonrío.
—Cómo te picas, ¿no?
—Ahora sí que no te acompaño.
Y sé que tiene razón, pero ya me da igual. Ya estoy lo suficientemente sobria como para volver a racionalizar, darme cuenta de que no me quiere una puta mierda y de que por esa noche ya he hecho suficientemente el subnormal por algún puto beso que ni ha llegado y que me va costar muy posiblemente un distanciamiento, sino una desaparición, porque su mecanismo suele ser ese y creo he dicho y hecho lo suficiente —muy poco, pero suficiente— como para ponerlo en marcha.

Y aquí estoy, a las horas que son ya (21:47 pm), sin duchar, sin cenar... tomándome un descafeinado y contandoos los retrocesos de vida sentimental mientras miro obsesivamente el chat de la maldita red social y el móvil esperando alguna señal que me haga ponerme en marcha porque hoy es uno de esos días en los que mi único motivo para moverme del sofá tiene nombre propio pero necesito su impulso para moverme ya que hoy ha sido una de esas mañanas en las que mi parte racional se despierta gritándome que me pare, que me pare, que me voy a estampanar, como absolutamente todas las demás veces.