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lunes, 4 de febrero de 2013

Se le vino abajo.

Soy el claro ejemplo de esa gente que escribe para sí misma y no para los demás.

Tengo decenas de entradas sin publicar, de esas de desahogo que cuando terminas de escribir, ya han cumplido su cometido. A veces le doy al botón naranja, otra veces pienso: ¿a quién le importa en realidad? Y no lo hago.

Tengo muchos words con historias sobre distintos personajes que muchas veces son el mismo repetido, que a veces tienen poderes sobrenaturales o colmillos, y otras son simples mortales.

Tengo canciones que de esas que me gustaría enseñar a alguna gente, aunque tendría que advertir con un irónico "cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia".

Mis escritos los tolero bastante bien al cabo de un tiempo (me refiero a los más o menos narrativos, no a mi vida escupida aquí en forma de diario dramático, que la tolero bastante mal) pero mis canciones no las suelo soportar con el tiempo. Aparte de darme cuenta de que musicalmente son basura, las letras son sumamente patéticas y típicas. Solo 2 han sobrevivido algo a mi afán autocorrectivo-destructivo.

Esta mañana, o esta noche, porque eran las 6 de la madrugada, mientras él iba de camino a Madrid, yo estaba ahí, haciendo de mis desvaríos sobre la salvación que nunca me llegará una canción. Casi entera la parí. La grabé por si al despertar quisiera continuarla. No era capaz de tocarla entera sin que se me escapara alguna -o muchas- lágrimas y me acordaba de la canción "Con las ganas" de Zahara con la que tanto he llorado y tanto lloraba ella cada vez la tocaba. Después de muchos años, aún lloraba. ¿Es que nunca deja de doler? Supongo que cuando sientes que aún merece la pena, no. Y es que, chicas, algunos sí merecen la pena. Creíamos que topar con uno de esos chicos que te prometen la luna, que mienten compulsivamente y que te olvidan de la noche a la mañana son los que más marcar tu vida. Creemos que esos que te dejan sin una explicación y te empiezan a tratar como una desconocida, que te cambian por otra pasado un mes, o incluso una semana, son los que más daño hacen. Quizás, quizás sean los que más daño hacen, pero no son los que más duelen, ni los más difíciles de olvidar. Porque sabes que no merecen la pena. Este nunca fue uno de esos casos. Ni siquiera ha estado con otras chicas. Como dije en mi sueño, fui la primera y la única. Él no puede decir lo mismo de mí, aunque por dentro, sí le siento algo así.

Me he despertado llena de culpabilidad por no estar recorriendo Madrid en busca de piso con él y me he sentido incapaz de escuchar siquiera lo que había grabado antes de meterme en la cama. He aprendido que este tipo de dolor que aún no clasifico como nada, disminuye algo al piando pero aflora exageradamente con la guitarra en la mano. Entro en un extraño bucle de dolor-placer que no puedo parar en horas.

Y según transcurría la tarde, esos temblores dentro del pecho se hacían cada vez menos llevaderos, así que decidí darle al play y escucharme llorar. La voz se me rompía en "Ella va a hacer 3 inviernos que no llora de felicidad". Luego ya no remontaba. Cuando pasas la noche el vela, el estado final es similar a haberte pasado con las cervezas.

Sucumbí. Cogí la guitarra y me sorprendí. "La primera vez que se vieron por dentro..." Desastre. Qué bonita es, me dije echándole flores a mi propia canción, aún sabiendo que para cualquiera que no sea yo, sería basura. "Su pared maravillosa se le vino abajo...". Me tiembla todo.

Entonces lo que empieza a temblar es el móvil. Y pienso que, joder, no. Pero sí. Y joder, tengo que quitarle esa foto del perfil de la agenda.

Hablo con él. Se corta. Vuelve a llamar. Y pasada otra hora, aún llama otra vez. Y parece hasta mentira, porque solo quiere hablar. Y yo vuelvo a pensar que ojalá de verdad fuera un cabrón, que ojalá hace ya casi dos años, después de aquel abrazo y aquellos dos besos, cada uno hubiera vuelto a hacer su vida por su lado. Pero nadie tenía tanta fuerza como para no fingir ser fuertes, sin serlo, para dejar de vernos. Y a mí me salió mal.

Y no, tampoco hagáis demasiado caso a esto.

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