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martes, 12 de febrero de 2013

Empieza a sonar Trouble breathing de Alkaline Trio. Entreabro los ojos y miro al teléfono. Está boca abajo. Lo primero que he pensado es que sería él, pero luego pienso que será mi madre. Le doy la vuelta. Sonrío. Es él.

Me froto los ojos, sigo sonriendo y lo dejo sonar un poco.

"Hola", digo con mi sonrisa estúpida que, sumada a que acabo de despertar, hace que mi voz suene tan increíblemente dulce que no me lo creo ni yo, "Qué tal estás...". Y me empieza a contar. Su primera frase es "Pufff, me siento como si estuviera en otro país". Supongo que, aunque creamos que no, somos más de pueblo que las amapolas.

Acaba de salir del trabajo, está en la calle. No sé si es porque tengo sueño pero todo suena increíblemente aburrido, mis intervenciones son escasas y muy poco acertadas y me siento bastante tonta. Me cuenta cosas sobre sus compañeros de trabajo, pero apenas ha contado nada y ya está diciendo que "y no sé qué más contarte". Me sobreviene la sensación de que no tenemos conversación, y es muy incómodo. Me siento mal, no sé qué decir, ¿estamos incómodos en plural o es cosa mía? Vuelvo a pensar que tengo demasiado sueño. También pienso que me gustaría hablarle de mi profesor amante de Finlandia que renunció a la mejor beca del mundo por amor, de los pendientes, de que casi lo dejo huérfano de madre y del capítulo nuevo de The walking dead. Pero él en ningún momento me ha preguntado siquiera qué tal, así que creo que lo mejor es escucharle y no contar nada yo. 

Mi participación se reduce a una función meramente fática hasta que le pregunto si lleva el traje puesto y me promete que cuando llegue a casa se hará una foto con él y me la mandará. No creo que lo haga, pero bueno. "Qué fuerte, tú con traje", digo ya en una repetición de algo que he dicho mil veces la última semana. Si no lo habéis intuido en anteriores entradas, ya os lo digo yo: este chico y yo somos un poco perroflautas, que diría Esperanza Aguirre. Entonces me dice que por la mañana lo paró un chico para preguntarle la hora a la voz de "Perdone, caballero" y con esa bobada nos reímos un montón, porque lo ha contado con muchísima emoción. Pero realmente estoy triste. Y no sé bien porqué, no lo sé. "Bueno...  pues nada. Nos vemos el viernes, el viernes voy pa'allá". Contesto que vale y pienso que eso ha sonado a que no vamos a volver a hablar en toda la semana y, la verdad, ahora no es que hayamos hablado demasiado rato. "Uy qué vocecilla", me dice, "¿me andas depre o qué?". Joder, un día de estos aprenderé a fingir bien. Le digo que no, que me acabo de despertar de la siesta. Se caga un poco en mi bienvivir y nos volvemos a despedir. 

Debería estar contenta de recibir su llamada, ¿verdad? ¿Por qué no lo estoy? ¿Qué me esperaba de la conversación? No lo sé. A lo mejor simplemente le echo de menos en un acto de injusticia enorme porque, como él me dijo el sábado, "no has querido quedar conmigo en casi un mes...".


1 comentario :

Desventuras dijo...

La de veces que las cosas no me han salido mal y aún así no me he sentido bien!!Jajajja.Russian Butterfly y yo llegamos hace tiempo a la conclusión de que tenemos unas expectativas demasiado altas y somos muy cuadriculadas y en el momento en el que algo no sale como lo hemos imaginado,ya todo nos parece mal(Tendrías que escuchar nuestras conversaciones, seguro que te reirías un montón)
Y creo que es un poco lo que a ti te ha pasado esta vez.
A veces no comento por no tomarme más confianzas de la cuenta, ya que no nos conocemos, pero la verdad es que cada vez, lo que cuentas en tu blog, me causa más curiosidad y lo mucho que te pareces a Russian Butterfly hace que sea totalmente adicta a tus entradas y pueda entender muy bien lo que estás sintiendo...

Saludos, nos leemos.

Perfect Contradiction.