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domingo, 3 de febrero de 2013

Adiós, hasta luego o lo que sea. Pero adiós.

El alcohol, la noche... todo es más confuso de lo normal, que ya es confuso. Todo el registro de llamadas de mi teléfono está lleno de su nombre. Seis. Seis llamadas insistiendo. Me vestí casi a la una porque él me lo pidió. Y ahora se ha ido con otra, en mi cara. La ha cogido de la mano y han desaparecido. Ha hecho gestos de triunfo, gestos de "hoy follo", gestos que nunca antes le he visto hacer. He corrido, he intentado huir, he querido que me viera pero está con ella. He pensado en ir y decirle: "¿Te acuerdas de cuando me decías que lo que yo sentía era pasajero y yo te decía que no? Tenía yo razón". ¿Pero para qué? Ya bastante patético está siendo. Corro y noto como las piernas se me van desintegrando, los tacones se tambalean en el suelo empedrado y me voy a caer. Me voy a caer. "¡Niebla!", me gritan a lo lejos. Y soy tan idiota que me conformaría con eso. Pero no es él, es uno de sus amigos. "¿Estás bien?", me dice. ¿A él qué le parece? "Yo he sido la primera y la única", es todo lo que me sale. Y luego le enseño el registro de llamadas, le digo lo poco que lo comprendo. Voy a llorar, pero no sé que pasa, que no puedo. Entonces... me despierto.

"Ha sido un sueño, ha sido un sueño", me digo y respiro profundamente, boca arriba sobre mi almohada. Entonces lo recuerdo. Sí tengo el móvil lleno de su nombre, llamadas y llamadas de anoche, cuando me telefoneó para decirme que le habían dado la beca, y que por favor saliera con él a tomar algo. "Mierda", pienso. Y ya no sé cómo sentirme, porque al lado de esa pesadilla, que se vaya ya no parece un drama. Y no debería serlo. No se va a Polonia, ni a Alemania, ni a Inglaterra. Al principio pensé que así sería, pero cuando me dijo que era a Madrid a dónde iba, pude meterme el corazón de vuelta por el esófago y continuar con la conversación. "Vendré todos los fines de semana", dijo, "y tú también puedes venir a verme". No somos novios, no es necesario que digas eso, más cuando no será cierto. Pero no lo dije, porque a veces con mis palabras me cargo cosas que no existen, pero las destruyo igualmente.

Y después de 6 llamadas (ya, yo tampoco lo acabo de entender) y un sms, hoy llevo todo el día rotando la mirada fija del suelo al techo, del techo a la taza de café girando dentro del microondas y de ahí de nuevo al suelo. No sé lo que pienso, mucho menos lo que siento. Se va, sí, ¿pero estuvo alguna vez? ¿Cuántas veces ha estado estos dos últimos años?

Me probé ropa e incluso le llamé un rato después para decirle: "vale, sí, he cambiado de opinión, vayamos a tomar algo". Pero sólo lo dejé sonar 3 tonos, me arrepentí y colgué. Y entonces comenzó a llamar y a escribir, y a llamar otra vez. Y yo desaparecí. Supongo que es normal que cuando hoy he intentado hablar con él, hayan sido monosílabos sus respuestas. Y como mi orgullo parece que se ha vuelto a ir a por tabaco, he redactado un email escueto, lo justo para ofrecerme como compañía en la búsqueda de piso, en el traslado, en lo que sea... aun sabiendo (o eso creo) que la respuesta será un no.

Ni siquiera ha habido respuesta. Con otro añadiría "aún". Con él a veces nunca llega. Sus "no me pasa nada" sonaban demasiado parecidos a los míos y su "luego hablamos" sonó tan impostado...

Es lo que hay, al fin y al cabo. Pensar sobre ello no va a cambiarlo. Quizás vuelva dentro de 6 meses, quizás le hagan un contrato y sea otro más que deja esto, como han hecho otros amigos. Quizás sea de esos que vienen cada fin de semana, o cada dos, o de esos otros que no lo hacen, o que lo hacen y no avisan... Esos que querías tanto y, según pasa el tiempo, un día, de repente, te das cuenta de que ya no os une nada, de que han hecho allí su vida, que no eres lo que eras... y ellos tampoco. ¿Y sabéis qué? De momento en lo que era mi círculo todos pertenecen al último grupo. Por eso prefería que se fuera a otro país, para perderle estando lejos y no tan cerca.

Pero no me hagáis mucho caso, no estoy en mis cabales. Y los febreros hace años que sólo me traen dolor.



1 comentario :

Desventuras dijo...

Esa horrible sensación de cuando alguien se va fuera. Tienes una lucha interna entre el "vete" y el "quédate". Yo he vivido en mis carnes esa situación y no es nada agradable. Tuve la suerte (o la desgracia) según se quiera mirar, de que su marcha fue sin despedirse (bueno se despidió cuando ya estaba en el sitio de destino) y lo hizo a otro país muy lejos de aquí. Se mire como se mire esa situación siempre suele ser jodida pero cuando hay sentimientos de por medio no creo que todo se enfríe así como así. Sea como sea la cosa, te deseo mucha suerte y mucho ánimo!