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martes, 19 de junio de 2012

Mi portátil ha muerto para terminar de arreglarme el día. Bueno, no ha muerto, pero da igual, no se enciende y me tocará llevarlo al servicio técnico a 100 km de aquí a una ciudad grande y hostil, en la que me perderé porque no tengo GPS, ya que mi B-phone me lo robaron cuando el Hobbit todavía me amaba, cuando me amaba mucho porque no le llegaba bien la sangre a la cabeza. Me había pasado esto más veces pero acababa solucionándose. Esta tarde funcionaba todo perfectamente, pero supongo que ha dicho que hasta aquí hemos llegado. Me cobrarán un riñón por ser la jodida manzana de mierda, y no puedo comprobar si el fallo es de la batería, del cable o de qué... porque la forma de hacerlo es pedirle el favor al Hobbit, o asesoramiento, pero no me siento con fuerzas para ello, estar a su lado es cada vez más insoportable y tener que estar tan cerca de él tanto tiempo ya parece una broma cruel del destino.

Sentados juntos, a sólo unos centímetros del otro, viendo el jodido partido de fútbol, rodeados de gente alienada y adolescentes retrasadas. ¿Por qué he venido?, me preguntaba yo una y otra vez. Y mis malos gestos hacia él cada vez son más, y la tensión es más, y todo es peor. Todo es rencor, dolor, sufrimiento... para mí. Cualquier frase suya me ofende, me atraviesa con lo más mínimo. Intento no mirarle, no le aguanto la mirada ya más de 3 segundos seguidos... Estoy desarrollando tantos puntos débiles que creo que en una gran paradoja espaciotemporal, un día me despertaré siendo invulnerable.

Lloro por mi ordenador portátil y su cable. Lloro porque ya no somos nada, porque vamos a odiarnos. Lloro porque soy gilipollas.

lunes, 18 de junio de 2012

Te encanta que te hable y que te toque, pero no puedes soportarlo.

Me quejo antes de entrar siquiera, ya sé lo que va a pasar. Voy al baño, tengo que prepararme psicológicamente para esto. "No pasa nada", me digo. "Sí, pasa", me contesto. Pasa, claro que pasa. Y no tengo porqué aguantarlo. "Mírale qué feliz es... y ahora mírate a ti. ¿Te acuerdas de cuándo no te vestías como una guarra pero le gustabas?". Cállate. Tengo que salir de aquí.

Está oscuro. En la esquina donde le dije que le quería decido que no quiero entrar allí, quiero irme a mi cama. Empujo la enorme puerta de madera con fuerza y respiro. Respiro. Estoy fuera. Pero entonces...
-¡Niebla!
Y me toma del brazo. Se ríe.
-¿Dónde ibas? - me dice- ¡Ibas a hacer un avioneto! ¡Ibas a dejarme aquí solico con ellos!
Sonrío... Sí, iba a hacerlo. Casi lo consigo. Me enrosca su brazo con el mío y me coge de la mano entrelazando los dedos. "Déjale", pienso, "sólo esta vez". Y pasamos por el rincón oscuro hasta la barra. Dice algo que me hace reír y apoya nuestras manos en la barra, donde me suelto con disimulo como puedo, aunque no quiero. Pero es que no lo soporto.
Dice que me invita a algo muy fuerte y digo que no, pero lo pide.
-Es lo que bebía B, no puedes decirme que no.
-Si lo vomito será encima de ti -le digo.
"Esto no tenía que estar pasando, Niebla" me digo. ¿Pero a quién voy a engañar? Quiero que me preste alguna atención, por poca que sea. Y después de mirar mucho el vaso, me lo bebo de un trago, después de él. Entonces llega el momento. Vamos con el grupo de nuevo. Miro el perchero y el grano se pone a funcionar, comienza a escupirme imágenes de él poniéndome contra los abrigos, con las velas detrás. "No, no, no", digo entre dientes mientras me giro. Y ahí está la ventana. "No, no, no", vuelvo a decir mientras sigo girando y buscando un punto que no me escupa más recuerdos. Pero allí dentro no se puede. La pantalla está también contaminada, y sigo girando y ahí está el rincón, quizás el peor sitio de todos... La puerta principal, donde le dije que no éramos novios, quizás la frase que me costó todo lo demás. Giro. El perchero de nuevo. La vitrina, el día que me hizo llorar. La ventana de nuevo. Quizás la ventana es lo que más duele. La pantalla, la primera noche. El rincón. Él. Riendo, con alguien cualquiera, que sé que ni siquiera le cae bien. Pero él es feliz, y ríe. Yo sigo girando. He dado dos vueltas. "Para, estás dando vueltas sobre ti misma", me digo. Y me ayudo a respirar. No sé si alguien se está dando cuenta, pero los gusanos están apareciendo y tengo que darme instrucciones para respirar. "Tranquila", me digo. Pero respirar se ha convertido en todo un reto, y ahora sí me está mirando alguien.
-Me estoy haciendo pis otra vez -miento. Y salgo disparada hacia los baños, el lugar menos contaminado.
Entro, cierro la tapa y me siento. Lloro. Con un pañuelo me voy secando las lágrimas con cuidado. Es mi culpa, me lo merezco. Pero me quiero ir. Me quiero ir. Lloro más. No puedo salir así, podría encontrarme a alguien de camino a la calle. Será mejor que termine de desahogarme. Oigo como entran y salen de la puerta de al lado. No sé el tiempo que ha pasado. Salgo y me miro al espejo. "No pasa nada", me vuelvo a decir. Mojo la esquina de un pañuelo de papel y me limpio el rimmel corrido. No he hecho tanto estropicio, lloro como un ninja. Busco en el bolso el lápiz de ojos y arreglo aquello del todo. No se nota. Vale, ahora solo tengo que hacer el ninja otra vez, unos 40 metros hasta la puerta. Pero no. No. Está ahí, otra vez.
-Pensé que te habías ido, han entrado y salido como 3 chicas desde que entraste.
-No... no me iba a ir -miento.
Sonríe. No se lo cree. ¿Y qué? Y el infierno continúa, primero girando, luego en la calle, en el coche, en la puerta de su casa, en mi cama. No se acaba. No sé salir.


Let me out, let me, let me out hell where you're around.
Let me out, let me out, let me out, let me out...

viernes, 15 de junio de 2012

Y tú, ¿no tienes sueños?



Suena bien, lo describes tan bien que casi puedo verlo digo, aunque pienso que ya no se puede caer en más tópicos en tan poco tiempo y que su forma de meterme fichas me empalaga.
Y tú, ¿qué sueños tienes? me pregunta mi mora verde 1.


Me paralizo al darme cuenta de que no tengo una respuesta, de que...
Yo creo que ya no tengo de eso digo finalmente, y me doy cuenta de que estoy cayendo en su juego del melodrama barato.


Después pienso que debo de parecer una amargada y vuelvo a hablar antes de darle tiempo a contestar.
Intento llenar el tiempo con cosas que quiero, pero vamos, no tengo grandes aspiraciones...
Pienso en silencio en el piano o en cantar.


Alguno tienes que tener -insiste mi mora, por muy pequeño que sea. Algo que te haga especial ilusión.


Pienso en el Hobbit. Eso no es un sueño, es un capricho y es patético que se me haya venido a la cabeza ahora. Después pienso en B. Ir a verle sí era un sueño, quizás era El Sueño.


Incluso por muy vergonzoso que suene continúa el. Me ha leído el pensamiento. Pero ese sueño ya lo cumplí. Recuerdo que pensé que ya me podía morir tranquila y, joder, ni que alguien me hubiera oído para maldecirme con lo que se me vino encima después de aquello.
Tenía uno y ya lo cumplí digo al fin.
¿Se puede saber cuál era?
No digo tajante. No permito a cualquiera conocer a B. Y seguro que él está pensando en el Hobbit. Al Hobbit le dejé conocer a B. Recuerdo la primera vez que le hablé de él, en el bar de la conexión, en el que nos pusieron Wonderwall, que hace unos meses cerraron por falta de una licencia y ha sido demolido. Irónico, ¿verdad? Es lo mejor, había demasiados recuerdos dentro de aquel bar, el día de la despedida lloré como una niña pequeña. Una suerte que fuera cuando el Hobbit tuvo la hostia aquella en la cabeza y no estaba delante. El Hobbit cree que mi mora es patética metiéndome fichas. Mi mora hizo que el volviera a mí en septiembre, provocando sus celos. Mi mora es el maromo con mil años de piano (creo que eran 8, ya no lo recuerdo). Si el Hobbit me viera ahora pensaría que la patética soy yo, por utilizarle como mora. Porque sabe que no le quiero, sabe que no es como él, sabe que es un subproducto, guapo, rico, ingeniero y que toca varios instrumentos musicales, pero que no es cómo él y nunca lo será. Y yo lo sé. Igual que sé que la voz no es como yo y él sabe que lo sé.


Mi mora continúa hablando, de que tengo que cumplir mis sueños, de que tengo que tenerlos, del karma, de barcos que se hunden, incluso de Jesús... 


Yo pienso en qué es lo que me ha ocurrido de un tiempo a esta parte para no tener un puto sueño que querer cumplir. Yo, que escribía cosas como que si no nos queda la esperanza, qué nos queda. Que si no nos quedan los sueños, qué nos queda.


Y me doy cuenta de porqué me siento como me siento. Y encaja todo.


Entonces la mora me pregunta qué voy a hacer durante el verano y me cuenta que él conducirá un ferrari e irá a Tarifa a hacer kitesurf. Ni siquiera sé bien lo que es eso, pero no pregunto y él sigue hablando de rappel y de más cosas guays y caras. No sé si a estas alturas yo ya tendría que tener el chocho hecho gaseosa pero la realidad es que sólo pienso que no sé quién es más patético de los dos, si él o yo, y que qué estoy haciendo dándole carrete -y esperanzas- a este chico, que en el fondo es muy buena persona -y eso lo admite hasta el Hobbit- aunque parezca un personaje. Y sé que la estoy cagando, que mis manchas de mora, de siempre, cuando las froto con otra, se hacen más grandes. Y me doy pena, aunque sin llegar al autocompadecimiento.




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jueves, 14 de junio de 2012

Frugal.

Lo que en realidad necesito es Brugal. Además, frugal no es la palabra. Quizás sería escaso o, tal vez, fugaz.

Cuando estás de exámenes siempre piensas en un montón de cosas que harías si no tuvieras que estudiar, o que harás cuando terminen, pero  nunca las haces. Esta vez me planteé hacer una lista y, aunque no la escribí, está en mi mente. Creo que es la primera vez que la voy cumpliendo, aunque sea poco a poco.

El día que las voces aparecieron, el Hobbit volvió a fumar y, bueno, lo que no es fumar... Supongo que ese día le perdí del todo.  Lo irónico es que esa misma tarde había accedido a hablar con él después de un mes de contacto cero y me había creído las cosas que me había contado: que yo era muy importante para él, que había pasado un mes super jodido, que ya no sabía qué hacer para verme, que me echaba de menos... Yo resistí estoicamente; aún no sé bien cómo lo hice. Entonces, esa noche, esa noche apareció la voz. Y nada volvió a ser lo mismo. Él tampoco. Ni yo.

Eso no es que viniera a cuento; ha sido un pensamiento de esos que te vienen por grados y que comenzó cuando he recordado que tengo que empezar a hacer los ejercicios y demás que dejé cuando él me dejó. Los dos rompimos nuestras promesas -bueno, él no rompió solo eso-, supongo que porque cumplirlas había perdido el sentido.

Llevar a cabo las cosas de la lista debería hacerme sentir mejor. No estaba tan mal, a veces cuando no escribo es buena señal. Suele ser cuando más estable estoy, más moderada. Pensé realmente que, oye, me estaba pasando eso de los tres meses, eso que dicen alguno/as de que a los tres meses deja de doler tan seriamente. Joder, estaba casi orgullosa de mí. Porque, joder, le veía casi cada semana. Y, joder, que le dijo a un amigo que me quería, me perseguía cada sábado noche, se pegaba a mí como una lapa... En un descuido de mi embriaguez no fui lo suficientemente fuerte como para apartarme cuando me presentó unas disculpas que llevaba esperando meses y me dijo que me quería, así que le dejé abrazarme, besarme y me dejé a mí misma pensar durante un momentico -que quería que no acabara nunca- que nadie me convencerá nunca de que hay un lugar mejor que entre las arrugas de esa sudadera de rayas que sabe que me encanta. Luego racionalicé y me aparté, sabiendo que aquello, en realidad, no significaba nada, como nunca significa para él. Lo que quiero decir es que él hacía todo lo posible por desequilibrarme -adrede o sin querer, creo que no lo quiero saber- pero, pese a ello, yo seguí ahí, aguantando como una jabata; el sábado ocurría algo de eso, lloraba un poco de camino a casa por mi acera de los "pur qués", le insultaba, me insultaba a mí misma por dejarme embaucar y pasaba un domingo peleagudo, pero luego me recuperaba y durante la semana estaba más o menos equilibrada hasta el finde siguiente. Hasta que empezaron los exámenes. Quizás se jodió todo esa noche, la del primer examen, cuando fui a su tercera celebración de cumpleaños con una cara de acelga rancia que ríete tú de la de Kristen Stewart. La paciencia de todo el mundo tiene un límite y la mía no iba a ser menos. Quizás esa noche vi claro que lo del finde anterior había sido otra mentira. Y de las que más me han dolido, quizás la que más; por las circunstancias y por el contenido.

Me sentí muy cerca de B esa noche, estuve paseando sola y descalza por la arena, mirando las estrellas y hablando con él -cuando sabía que nadie me veía-. Cuando el Hobbit se separaba del grupo para venir hacia mí, yo iba hacia el grupo. Sólo quería estar sola y tranquila, no quería llamar su atención y no quería por nada del mundo que pareciera eso. Y si le dejaba acercarse, iba a parecerlo o, mejor dicho, iba a confirmarlo, porque estoy segura de que es lo que pensaban la mayoría de los allí presentes.

Pero esto no debería estar como está. Quien dice esto dice yo. Llevo casi tres semanas sin verle, debería estar bien. Ya ni siquiera me enfadaba con mi yo del fin de semana por dejarle acercarse, por no seguir huyendo y resistiéndose a su quinto o sexto intento de acercamiento. No se lo reprocho a mi yo de los sábados, ¿qué va a hacer? ¿Escupirle? Ya lo hizo uno de los días, el día que echó a la voz, y tampoco funcionó.

Nunca entenderé porqué cuando ha bebido, aunque no sea mucho, se comporta así conmigo, como si me quisiera todavía, como si siempre lo hubiera hecho. No es deseo sexual, no busca follar -aunque un día se me empalmara al bailar-. No entiendo porqué el día que vino a casa a por sus cosas se quedó una hora, quiso que me vistiera y saliéramos -no lo hice- y encima ni se llevó todo ni trajo todo. Si ni siquiera le invité a un café, ni a un vaso de agua. Si no le dejé pasar... estuvimos sentados en las escaleras del portal en plan jijijijajaja. Quizás es la vez que mejor hemos estado en mucho tiempo, y sin haber bebido. Supongo que por eso tres días después, en su puto cumpleaños, me sentí así de apuñalada por unas frases suyas, paseé sola, me puse los pies perdidos y unos días después escribí la entrada de la empatía.

No sé porqué le sigo creyendo, aunque sea sólo unos instantes, esos instantes en que me dice las cosas que quiero o he querido oír. No sé porqué me sigue engañando. ¿Hasta dónde llega su bienquedismo? ¿Hasta dónde mi ingenuidad? Bueno, mi ingenuidad no sobrevive ni siquiera hasta llegar a la acera de los "pur qués".

Esto hace mucho que se me fue de las manos, en eso estaremos todos de acuerdo. Ya no quiero torturarme echándome la culpa, no, maldita sea, no tengo toda la culpa. Pero está claro que lo estoy haciendo mal. Si quiero olvidarle -¿quiero?- lo estoy haciendo de pena, tan de pena como si quiero que vuelva conmigo -¿quiero?-.

Could I? Should I?

Esto no tenía que ser así. Llevo casi un mes sin verle, evitando el contacto con él incluso por las redes sociales. Debería estar mejor. Estoy haciendo las cosas de mi lista de "cuando acabe los exámenes", debería estar mejor. O, joder, ¡por lo menos debería no estar peor!

Y lo más grave de todo... lo más grave de todo es que lo que más echo de menos no es a él en sí, no es su presencia o su compañía, que también. Lo que más echo de menos es sentir que puedo confiar en él.







Y al final no he dicho a que me refería con lo de frugal. Esto siempre acaba hablando de quién acaba hablando. Un día de estos se me pasará (yao ming) y escribiré de algo que no sea él. Con frugal me refería a mi alegría cuando al actualizar la plataforma de internet de la universidad esta tarde, vi que me habían puesto otra matrícula de honor. Porque de algo me tiene que servir el grano de café a lo Black Mirror además de para terminar con mi equilibrio emocional, ¿no? Pero que eso: frugal.

martes, 12 de junio de 2012

El grano de café.


Ya no me engaño ni a mí misma cuando digo que no te echo de menos. Ya no sé siquiera si lo intento. ¿Para qué? Si hace casi un año que escribí que "se me va a pasar, se me va a pasar", y a finales de mes me tenías otra vez rota a tus pies, bailando contigo (sólo Juno y tú sois capaces de hacerme bailar), redimiéndote con cuatro muerdos y unos cuantos abrazos (que tú sabes que en el fondo los prefiero) para que luego te olvidases de mí durante casi todo el verano, como siempre que enfermaba, como siempre que te necesito.

No se me va a pasar, al menos no pronto. Ahora me digo que se me tiene que pasar, pero ya no me engaño aunque intente disimular delante de los demás, incluido tú, cuando estoy sobria. Por eso intento estar siempre sobria. O al menos cuando tú no lo estás. Para que no suceda lo que sucedió hace 3 semanas. Para que te contengas de abrazarme y de besarme y yo me pueda contener de pensar que a lo mejor en un futuro...

Una mancha de mora con otra verde se quita. Nunca me lo creí y mira, estoy a punto de rebozarme en moras. ¿Por qué? No lo sé... En el fondo tú y yo sabemos que no soy capaz, que no pasará nada, que quedaré como esa calienta pollas que contigo no fui nunca. O quizás, sí, al principio tal vez, cuando me di cuenta de que te gustaba y me parecías una criaturilla indefensa, inocente e incapaz de hacerle daño a nadie. Bah, eso no importa ahora. Pero no es que lo parecieras, es que lo eras... Yo te convertí sin querer en el ser que eres ahora... te convertí en el Hobbit. ¡Basta, basta ya, puto grano, no quiero ver nada más! ¡Bórralo, bórralo todo!

Que alguien me saque el grano de café a lo Black Mirror de detrás de la oreja. Por favor. No lo soporto más.

jueves, 7 de junio de 2012

El diario de Noah. Diciembre 2011

Caigo, y de nuevo veo El diario de Noah.

Realmente estoy bien, recuperada, con la cabeza sobre los hombros; en mitad de mi ciclo hormonal, con ciertos bajones y subidas.

Y mientras Alice y Noah vuelven a encontrarse y vuelven a luchar juntos, es inevitable que vuelva a la cabeza el gnomo. Pensé que éramos Noah y Alice, que nos encontrábamos 10 años después y para mi fue como si jamás hubiera terminado. Sentí ese amor loco, esa irreflexión, como el calor inundaba cada parte de mi cuerpo…
Finalmente, no fuimos Noah y Alice, por que él realmente no me quería o no quería arriesgar. Siempre fue demasiado complicado estar conmigo.
Y mientras escribo voy calmando mi alma. Consigo retener las lágrimas dentro de mis ojos; vuelvo a respirar y a centrar de nuevo mis pensamientos.

Por que dos y dos nunca tienen que dar cuatro, para gustos los colores, y para muestra un botón.
Si la vida fuera como las películas, o la películas fueran como la vida ¿me sentiría así ahora? A veces perdida, agobiada, cínica, desorientada, sin ilusión; otras esperanzada, sorprendida, vislumbrando un futuro feliz.

Deje de preguntarme el por que de muchas cosas, tengo claro que el sino esta escrito. Las cartas me alumbran con mi nuevo ángel, y se hunden con el gnomo anterior. La vida no es mas que una mesa de juego; unas veces ganas, otras pierdes, pero en mi opinión la emoción es jugar, y jugar para ganar.
He sido una perdedora toda mi vida, pero ya no quiero serlo más.

Me da pena ver que el gnomo ha perdido el rumbo. Quizás solo sea una apreciación mía. De nuevo ha vuelto a la ambrosia, a la locura, a vivir sin vida, a una felicidad falsa.
En muchos momentos le deseo lo mismo con lo que él me obsequio a mi, que sintiera ese dolor que te atraviesa el corazón dejándolo desprovisto de movimiento. Pero no… en realidad lo que deseo es que sea consciente del daño que hizo, que le duela…pero nada mas.

Y escribiendo siempre en primera persona, es como si yo jamás metiera la pata, ni hiciera daño a nadie, pero no es así, soy una maldita humana que hiere corazones, mata ilusiones y sueña despierta con una venganza que jamás realizará.


Junio 2012. El gnomo se ha enamorado de la mayor zorra de la ciudad, admitiéndolo públicamente en las redes sociales, mientras ella sigue enamorada de su ex...
El ciruelo... piensa que las cosas malas que le pueden perseguir vienen de mi, como si realmente me importara que se tirara por la ventana.