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jueves, 14 de junio de 2012

Frugal.

Lo que en realidad necesito es Brugal. Además, frugal no es la palabra. Quizás sería escaso o, tal vez, fugaz.

Cuando estás de exámenes siempre piensas en un montón de cosas que harías si no tuvieras que estudiar, o que harás cuando terminen, pero  nunca las haces. Esta vez me planteé hacer una lista y, aunque no la escribí, está en mi mente. Creo que es la primera vez que la voy cumpliendo, aunque sea poco a poco.

El día que las voces aparecieron, el Hobbit volvió a fumar y, bueno, lo que no es fumar... Supongo que ese día le perdí del todo.  Lo irónico es que esa misma tarde había accedido a hablar con él después de un mes de contacto cero y me había creído las cosas que me había contado: que yo era muy importante para él, que había pasado un mes super jodido, que ya no sabía qué hacer para verme, que me echaba de menos... Yo resistí estoicamente; aún no sé bien cómo lo hice. Entonces, esa noche, esa noche apareció la voz. Y nada volvió a ser lo mismo. Él tampoco. Ni yo.

Eso no es que viniera a cuento; ha sido un pensamiento de esos que te vienen por grados y que comenzó cuando he recordado que tengo que empezar a hacer los ejercicios y demás que dejé cuando él me dejó. Los dos rompimos nuestras promesas -bueno, él no rompió solo eso-, supongo que porque cumplirlas había perdido el sentido.

Llevar a cabo las cosas de la lista debería hacerme sentir mejor. No estaba tan mal, a veces cuando no escribo es buena señal. Suele ser cuando más estable estoy, más moderada. Pensé realmente que, oye, me estaba pasando eso de los tres meses, eso que dicen alguno/as de que a los tres meses deja de doler tan seriamente. Joder, estaba casi orgullosa de mí. Porque, joder, le veía casi cada semana. Y, joder, que le dijo a un amigo que me quería, me perseguía cada sábado noche, se pegaba a mí como una lapa... En un descuido de mi embriaguez no fui lo suficientemente fuerte como para apartarme cuando me presentó unas disculpas que llevaba esperando meses y me dijo que me quería, así que le dejé abrazarme, besarme y me dejé a mí misma pensar durante un momentico -que quería que no acabara nunca- que nadie me convencerá nunca de que hay un lugar mejor que entre las arrugas de esa sudadera de rayas que sabe que me encanta. Luego racionalicé y me aparté, sabiendo que aquello, en realidad, no significaba nada, como nunca significa para él. Lo que quiero decir es que él hacía todo lo posible por desequilibrarme -adrede o sin querer, creo que no lo quiero saber- pero, pese a ello, yo seguí ahí, aguantando como una jabata; el sábado ocurría algo de eso, lloraba un poco de camino a casa por mi acera de los "pur qués", le insultaba, me insultaba a mí misma por dejarme embaucar y pasaba un domingo peleagudo, pero luego me recuperaba y durante la semana estaba más o menos equilibrada hasta el finde siguiente. Hasta que empezaron los exámenes. Quizás se jodió todo esa noche, la del primer examen, cuando fui a su tercera celebración de cumpleaños con una cara de acelga rancia que ríete tú de la de Kristen Stewart. La paciencia de todo el mundo tiene un límite y la mía no iba a ser menos. Quizás esa noche vi claro que lo del finde anterior había sido otra mentira. Y de las que más me han dolido, quizás la que más; por las circunstancias y por el contenido.

Me sentí muy cerca de B esa noche, estuve paseando sola y descalza por la arena, mirando las estrellas y hablando con él -cuando sabía que nadie me veía-. Cuando el Hobbit se separaba del grupo para venir hacia mí, yo iba hacia el grupo. Sólo quería estar sola y tranquila, no quería llamar su atención y no quería por nada del mundo que pareciera eso. Y si le dejaba acercarse, iba a parecerlo o, mejor dicho, iba a confirmarlo, porque estoy segura de que es lo que pensaban la mayoría de los allí presentes.

Pero esto no debería estar como está. Quien dice esto dice yo. Llevo casi tres semanas sin verle, debería estar bien. Ya ni siquiera me enfadaba con mi yo del fin de semana por dejarle acercarse, por no seguir huyendo y resistiéndose a su quinto o sexto intento de acercamiento. No se lo reprocho a mi yo de los sábados, ¿qué va a hacer? ¿Escupirle? Ya lo hizo uno de los días, el día que echó a la voz, y tampoco funcionó.

Nunca entenderé porqué cuando ha bebido, aunque no sea mucho, se comporta así conmigo, como si me quisiera todavía, como si siempre lo hubiera hecho. No es deseo sexual, no busca follar -aunque un día se me empalmara al bailar-. No entiendo porqué el día que vino a casa a por sus cosas se quedó una hora, quiso que me vistiera y saliéramos -no lo hice- y encima ni se llevó todo ni trajo todo. Si ni siquiera le invité a un café, ni a un vaso de agua. Si no le dejé pasar... estuvimos sentados en las escaleras del portal en plan jijijijajaja. Quizás es la vez que mejor hemos estado en mucho tiempo, y sin haber bebido. Supongo que por eso tres días después, en su puto cumpleaños, me sentí así de apuñalada por unas frases suyas, paseé sola, me puse los pies perdidos y unos días después escribí la entrada de la empatía.

No sé porqué le sigo creyendo, aunque sea sólo unos instantes, esos instantes en que me dice las cosas que quiero o he querido oír. No sé porqué me sigue engañando. ¿Hasta dónde llega su bienquedismo? ¿Hasta dónde mi ingenuidad? Bueno, mi ingenuidad no sobrevive ni siquiera hasta llegar a la acera de los "pur qués".

Esto hace mucho que se me fue de las manos, en eso estaremos todos de acuerdo. Ya no quiero torturarme echándome la culpa, no, maldita sea, no tengo toda la culpa. Pero está claro que lo estoy haciendo mal. Si quiero olvidarle -¿quiero?- lo estoy haciendo de pena, tan de pena como si quiero que vuelva conmigo -¿quiero?-.

Could I? Should I?

Esto no tenía que ser así. Llevo casi un mes sin verle, evitando el contacto con él incluso por las redes sociales. Debería estar mejor. Estoy haciendo las cosas de mi lista de "cuando acabe los exámenes", debería estar mejor. O, joder, ¡por lo menos debería no estar peor!

Y lo más grave de todo... lo más grave de todo es que lo que más echo de menos no es a él en sí, no es su presencia o su compañía, que también. Lo que más echo de menos es sentir que puedo confiar en él.







Y al final no he dicho a que me refería con lo de frugal. Esto siempre acaba hablando de quién acaba hablando. Un día de estos se me pasará (yao ming) y escribiré de algo que no sea él. Con frugal me refería a mi alegría cuando al actualizar la plataforma de internet de la universidad esta tarde, vi que me habían puesto otra matrícula de honor. Porque de algo me tiene que servir el grano de café a lo Black Mirror además de para terminar con mi equilibrio emocional, ¿no? Pero que eso: frugal.

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