A ti, que nunca me has querido porque no sabes

Siempre conectado desde el súper teléfono. Nunca te gustó demasiado escribir pero ahora menos aún. Es lógico, teniendo en cuenta que tampoco eres de muchas palabras.

El daño que me has hecho, te lo perdono, porque no puedes no hacerlo, porque no lo haces adrede, porque eres así y ya está. Pero me das pena, porque yo vi algo ahí, ahí dentro, y ya no. Todavía a veces me pregunto si es que existía, aunque ya no lo haga. No puedo asumir que existiera sólo en mi cabeza, que no tengas algo especial, aparte de tus rarezas. Sí, sí lo tenías. Lo tenías aunque ya no lo tengas. Y no pasa nada porque no lo tengas. La gente cambia y no pasa nada. Y seguro que es mejor para ti, cada vez eres menos vulnerable.

Yo también soy cada vez menos vulnerable, en gran parte gracias a ti o quizás a pesar de ti. Es irónico que tú siempre creas (o creyeras) que todo lo bueno que has hecho conmigo, lo bien que te has portado en ciertas situaciones, compensa las cosas malas. Y no. En realidad, no. Lo que pasa que yo te quise tanto desde el principio sin saber por qué, que siempre me recordaba a mí misma lo especial que eras, la paciencia que había que tener contigo, porque creía que me iba a compensar. Creía que merecías la pena. Pero no merece la pena pasar tantos malos ratos por apenas un puñado de buenos. No mereces tanto la pena y ahora lo sé, aunque haya tardado tanto en convencerme. Porque no me daba por vencida, quería estar en tu vida y que tú estuvieras en la mía de alguna forma. Porque nuestra relación no era normal, pero si ninguno éramos normales, ¿cómo iba a serlo? Y no me importaba, me gustaba. Nos reíamos de las relaciones random de los demás. Nos reíamos de todo.

Yo echo de menos reírme contigo. Pero lo echo de menos de diferente forma que antes porque, como te he dicho, sé que no mereces la pena. No merece la pena esa atención que te prestaba, ese cariño que te profesaba, esa preocupación por tu vida y tu felicidad, esas ganas de hablar contigo de cualquier cosa y reírme de tonterías. Porque realmente siempre fui parche, aunque no sé exactamente de qué o quién. La persona a la que llamabas cuando estabas aburrido. Te apetecía, porque me elegías. Me anteponías a muchas -pero no todas- las opciones. Ahora ya no soy ni siquiera una opción. Ni te lo planteas. Ni te acuerdas. Sé que no piensas en mí como yo en ti y que, cuando por casualidad lo haces, no sientes nada, no te duele como a mí ahora mientras escribo esto y se me empañan las gafas.

Pero aunque todavía se me salte alguna lágrimilla ya no es por ti, es por mí. Porque no sé porque tardé tanto en darme cuenta de lo obvio: que yo nunca he sido realmente importante para ti, aunque incluso tú creyeras que sí. Sí lo hubiera sido, las cosas no serían así. Y es que tú has sido una de las personas más importantes para mí, aunque ya no importe.

"Me fui porque nunca me pediste que me quedara"