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viernes, 8 de febrero de 2013

Malditos febreros


Incendiar febrero. O mejor, volarlo. Volarlo por los aires.
Incendiar febrero, ¿te imaginas? Ráfagas cegándonos, las vigas que lo sostenían todo viniéndose abajo y aplastándonos, asfixiarse en dióxido de carbono hasta perder el conocimiento.
Y despertarse en abril. O mayo.

Pero no puedo, así que lo llenaré de jirafas.
"Deja las jirafas alegres, sea lo que sea eso", me dijiste. 
Sonrientes, son jirafas sonrientes. A veces también brillan, son fluorescentes. Aunque, últimamente, hasta ellas están tristes.
"¿Pero qué mierdas te metes?"

¿Sabes? No me voy a acostar esta noche. No. Voy a dar un concierto, de esos con poco aforo, con derecho a entrada sólo con invitación, de esos en los que tienes la sensación de que estás entre amigos, en tu casa, en tu salón. Será un concierto sólo de temas tristes, en los que la artista -yo- se emociona y hace que a sus espectadores se les encoja el corazoncico de la pena. Y  a mí ya no me saldrá la voz pero dará igual porque alguno conocerá la letra y cantará las palabras que a mí se me atraganten cuando se me rompa la voz. Cantará emocionado: "Sólo estabas tú..."

Es mentira, mi perra no canta. O lo hace, pero no vocaliza.

Todos mis vecinos han muerto. Y créeme que lo lamento, pero sabes que me gusta tocar instrumentos a horas intempestivas de la noche. A eso me dedico últimamente, mientras tú... ¿respiras tranquilo porque a lo mejor de esta ya te olvido?

¿Estás ya dormido? ¿Te estás fapeando? ¿Todavía te la cascas alguna vez pensando en mí?

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