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sábado, 23 de febrero de 2013

Feliz anti-aniversario.


"Podríamos hacer como si fuéramos a vernos mañana, 
aunque sea mentira"

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Nos despedimos de una forma más o menos así. Tú dijiste: "Bueno, nos vemos el fin de semana" y me diste dos besos y un abrazo muy sentido, porque las criaturas del bosque os despedís así, como si tuviérais que aseguraros de rompernos por dentro a seres como Juno y yo. 

Todavía recuerdo exactamente dónde estábamos, por qué calle nos fuimos cada uno y casi puedo ver tu cara al decir esas cosas que realmente no querías decir. Mis amagos de independencia tipo "no quiero nada serio", "no te pilles mucho de mí", "yo vivo el presente y ya", "no tenemos que ponerle nombre" acababan de reventar en mi cara y todas las cosas que te dije esa noche (que no quería perderte, que creía que merecías la pena, que sentía mucho no poder seguir conociéndote pero que lo entendía) con un saber estar y una serenidad que aún hoy no sé de dónde saqué supongo que sólo alimentaron ese pensamiento tuyo de "eres una contradicción en ti misma". Por momentos dudaste, dijiste que a lo mejor sí volvíamos a estar como "al principio", ese jodido e idílico principio que imagino que fue fruto de diferentes explosiones hormonales, cosas de la madre naturaleza. Pero yo la volví a cagar, porque siempre la cago y te dije que no, que no te engañaras que no iba a ser como al principio ya más. 

No sé cuántos borradores he escrito ya. Tengo que borrar, parar, borrar... porque de recordar ciertas cosas entro en un estado nada favorable emocionalmente. Me pregunto si tú sabes qué día es hoy, si lo recuerdas. A mí me ha dado un bofetón el día cuando me he sentado a desayunar con la radio puesta y han dicho que Urdangarín entraba a declarar al juzgado. Me he dado cuenta del día que era y me ha recorrido un escalofrío. Luego he necesitado escribir, pero ahora no puedo, no soy capaz de hacerlo de forma ordenada, porque se agolpan demasiadas sensaciones dentro de mí.

Podría decirte muchísimas cosas hoy y quizás no te diga nada. Ojalá me llamaras para tomar un café hoy que estás aquí, o para ir al cine a ver esa película que los dos queríamos ver y estrenaron ayer. Si te has dado cuenta del día que es hoy es probable que eso te eche atrás, porque después de todo, aquel día, hace hoy dos años, habíamos quedado para ir al cine, aunque nunca entráramos porque yo te pedí que me dejaras ya, que si lo ibas a hacer, lo hicieras. Y lo hiciste.

Si tú no me llamas o me escribes, no sé si lo haré. Diría que no, pero llevo toda esta semana sumida en un estado mental muy extraño, como si fuerzas exteriores me dominaran. No sé si es la ansiedad de la que se aqueja tanta gente. Cuando he tenido sentimientos angustiosos siempre ha sido propiciado por circunstancias externas bastante extremas, así que a lo mejor no se siente igual y esto es ansiedad. No sé.

Si hablamos supongo que lo haremos de las movidas que se trae nuestro grupo de amigos o de tu trabajo, porque últimamente no me preguntas por mí, no sabes que la Universidad me ha encargado la escultura del Hall de mi campus, por ejemplo. En realidad no ha sido a mí, ha sido a "la Chalecos" y a mí. "La Chalecos", esa chica que fue contigo a clase y dice que eras tonto, que cuando nos vio juntos en el cine viendo Frankenweenie al día siguiente puso el grito en el cielo preguntándome si salíamos juntos y diciéndo que, por Dios, cómo podía haberme fijado en ti, que me merecía algo mucho mejor, que eras un panoli, un soso y encima muy feo. Esa a la que pensé que iba a partirle la boca en ese mismo momento, pues esa. 

Quizás te hable de lo del proyecto ese, es un buen tema de conversación al fin y al cabo, supongo, aunque creo que te da igual. Con otras cosas mías creo que te aburro y no estoy en condiciones mentales de hablar de la fiesta, cuando lo hago es sólo para demostrarte que he superado lo de la última, y es mentira. 

Lo que en realidad te diría si pudiera decirte la verdad sería bastante simple. Que aún te quiero mucho y que tenía yo razón. Cuando tú me dijiste que mis sentimientos eran muy volubles, que en dos meses iba a pasar de ti y que yo nunca había estado enamorada de ti, yo te dije que me conocía mejor de lo que creo que la gente normal se conoce a sí misma, y que aquello no tenía pinta de írseme a pasar ni en dos meses, ni en un año. Y eso, tenía yo razón. Aquí estoy escribiendo esto, justo dos años después de la noche extraña que no fuimos al cine y casi un año después de que te dijera por primera vez que estaba enamorada de ti -demasiado tarde no, lo siguiente- y tú te pusieras a llorar diciéndome que eso era mentira y que nunca te había querido, en tu primera demostración en más de un año de no estar vacío por dentro, como dicen todos, y ser capaz de sentir cosas.

Aquí estoy, tanto tiempo después sin poder ser feliz porque no soy capaz de tomar una decisión que supuestamente tomé ese día: si continuar intentándolo o rendirme definitivamente. Se suponía que eso estaba cerrado, que yo lo asumía y pasaba página, que tú también. Y luego mira, como imanes cargados, como mosquitos a la lámpara de luz, como moscas a la mierda. ¿Crees que esta vez la distancia hará lo que el tiempo no ha podido? Yo creo que lo deseo. Aunque también lo temo, pero sé que lo temo porque he vivido así demasiado tiempo. 

Creo que he intentado
sustituir las decisiones por café.
El Duendecillo que, al contrario que tú, es muy yo, me dijo una vez que tomar decisiones, te hagan esas decisiones feliz o no, es la única forma de salir de un bloqueo emocional. Es probable que tuviera razón -el cabrón siempre la tiene-, pero es muy improbable que yo tome una decisión, si llevo un mes intentando decidir si veo cierta película en versión original subtitulada o la veo doblada. Mientras tanto, claro, lo que ocurre es que sigo sin ver la película y la quitarán del cartel sin que eso ocurra (no es una metáfora, es tal cual).

Otra mierda de entrada. Una más para la colección.



Nota: De todas las veces que he visto El sexto sentido, todas he llorado cuando le niño dice la frase con la que he empezado la entrada. Todas. La última, ayer.

Nota 2: Siempre me ha parecido muy curioso que el Hobbit me dejara el 23F, asegurándose, quisiera o no, de que me iba a acordar de ese día toda la puta vida, quisiera yo o no.

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