-->

domingo, 3 de mayo de 2015

Efímero

Y salía de la sede de Seur con un paquete de Amazon en la mano imaginando que, si me vieras, sonreirías pensando en que lo poco que he cambiado. Divagando sobre  si me vieras cruzando la calle sin preocuparme de si vienen coches, centrada en mi paquete de libros, en mis pantalones de rayas y mis botas de pinchos, con ese moño a medio hacer estilo "y demasiado que no he salido de casa tal y como me desperté". Entonces me di cuenta de que no. No sonreirías. No pensarías eso. Ha pasado mucho tiempo. Y, en realidad, esas cosas te gustaban "al principio". Su encanto se acabó, probablemente, enseguida. Porque todo cambió enseguida. Porque todo pasó muy deprisa. Y hace mucho tiempo, aunque a veces lo olvide.

Y me vi allí sentada, en mi coche aparcado en doble fila, un poco en shock, sin ser capaz de mirar con normalidad al mundo, sin ser capaz de evitar que los recuerdos me nublasen la vista casi de forma literal. Dejé el paquete sobre el asiento del acompañante y entonces lo vi: un anillo. Estaba tirado boca abajo entre el asiento y la palanca de cambios. Pensé que sería algún prototipo de esos con chapas de los chinos que hice alguna vez, hace mucho tiempo, y quedó por allí, en el limbo de mi auto.

Pero no. No era uno de esos anillos. Era otro. Otro anillo, que había olvidado siquiera que existía. Lo recogí, lo giré para mirarlo y entonces me paralicé.


Lo observé fijamente, sin pensar en nada más, no sé durante cuánto tiempo porque me abstraje totalmente (quizás fueron un par de minutos). Entonces uno de los coches a los que estaba bloqueando el paso, pitó. Sí, ocurrió como en los libros, como en una serie de televisión. Guardé el anillo en un bolsillo y arranqué precipitadamente, sin esperar a que las luces del panel se estabilizaran después de poner el contacto. Huí de allí rápidamente, sin mirar al otro conductor, sin mirar atrás, como si eso me fuera a permitir huir de mis pensamientos y de tus recuerdos. Huí respirando hondo, como si con cada exhalación intentara expulsarte de mí. Llegué al semáforo rojo, cerré los ojos y respiré aún con más fuerza, como si al abrirlos todo fuera a haber desaparecido. Como si pudiera matarte con solo pestañear. Pero no puedo.

Y ahora, mientras tomaba café (he vuelto a todos mis vicios; menos a ti, claro), se me veía a la mente ese disco de Alkaline Trio que me llevé a Irlanda la primera vez que fui y que no he vuelto a escuchar. Se me vino a la mente esa canción que escuchaba entonces, cuando te dejé aquí después de liarme con el Elfo solo porque era eso lo que se suponía que tenía que hacer para olvidarnos, para destruirnos de una vez por todas (y tuve éxito, aunque a veces siga lamentándome de mi victoria). Esa canción que me hacía sonreír amargamente con su verso "corazones rotos, huesos rotos" porque yo tenía un brazo roto. Resulta, mira por cuanto, que es el verso que sale en la previsualización.

Decía la leyenda que tú escuchabas "Let her go" de The Passenger aquellos días. Bueno, pues aquí tienes lo que escuchaba yo, aunque ya dé igual:


Y, por si quieres saber otro secreto, ni siquiera recuerdo el nombre verdadero del Elfo. Dudo entre dos, pero no estoy segura. Lo sé, es patético y en algún momento de toda esta linea temporal te gustaría haberlo sabido, regodearte en tu sentimiento de que él, en realidad, no me importaba nada. De que lo hice por joderte. Pues, bueno, como siempre, mal y tarde... Lo tienes aquí.

No hay comentarios :