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miércoles, 23 de abril de 2014

Disculpad el patetismo.

No valgo para nada.

Doy asco.

Doy pena.

Soy patética.

Lloro.

No soy capaz de creerme las cosas que sé que son ciertas o son como son. Puede ser porque me vaya a bajar la regla, porque mis hormonas en general funcional como la mierda, porque tengo exámenes que no he estudiado... Pero, Tierra, trágame.

Me voy el sábado y no tengo ganas, no tengo ánimo y no tengo ilusión. Pero tampoco la tendría para quedarme aquí e ir a clase o a las prácticas aquí, ni a ningún sitio. De hecho, antes que eso, prefiero irme. Por lo menos allí no me conoce casi nadie.

Soy tan débil pese a la edad que tengo que me dan ganas de darme de hostias a mí misma. Me miro al espejo, así, llorando, y no me doy asco, la verdad, porque voy muy tapada de cuello para abajo y nunca he tenido ningún problema con mi cara, aunque no sea una diosa del olimpo, pero tampoco soy un jodido troll de mordor.

La gafapasta está planeando ir este fin de semana a Madrid a unas jornadas de cine o no sé qué. Veo cómo la vida del Hobbit sigue sin mí, de fiesta en fiesta, con su nómina de casi 2000 euros, cantidad que ni siquiera tengo yo en total en mi cartilla. Ayer vi que en el último año he gastado un 25% más de lo que he ingresado y nunca le doy importancia, pero los ahorros se terminan, y claro, pensé en él. Pero me da igual. En el estado en que estoy no me importa quedarme para siempre en casa de mi madre, metida en mi cama, eso sí, rodeada de todas mis mierdas frikis y mis posters de tíos que sólo yo conozco.

Ayer le hice un corte de manga (una peineta, llamadlo como queráis) al padre del Hobbit. Pero él no me conoce de nada, es más, supongo que no sabe ni que existo. Todavía me acuerdo de cuando después de operarme la segunda vez el Hobbit estaba en mi casa, le llamó su padre y le dijo: "Estoy viendo a... una amiga". ¿Estoy viendo a una amiga? La verdad es que tampoco me sorprendió que alguien que no habla con nadie no contase nada de eso a sus padres... Igual que supongo que él veía normal que mi madre sí lo supiese, después de todo le estaba sirviendo cervezas (y pensando en su interior que era feo, bajito y narigudo, con cara de pingüino). Creo que ni siquiera dijo a sus amigos más cercanos lo que me pasaba, quizás a uno que tampoco habla como él. Así que tampoco me extraña que me dejara. Recuerdo como una amiga exterior a todo me dijo, cuando me enteré de que había recaído y le dije que estaba pensando en dejarle, que por qué no le dejaba a él tomar esa decisión. Y la tomó, claro. Dejarme.

Cuando he contado a alguna amiga externa que he conocido años después y con la que he conectado se ha indignado, sin entender que después de eso le siguiera viendo y teniendo "relaciones" intermitentes con él. Yo siempre me decían que aunque los demás no le entendieran yo tenía que hacer el esfuerzo y otras mierdas...

Voy a dejar de hablar de él, sólo me destruyo.

Creo que me da por ahí porque me encuentro muy mal y no puedo evitar relacionarle a él con una especie de salvación o algo así, porque para mí lo fue. Por eso le dije que Wonderwall era mi canción favorita y que la escuchase, que mucho de lo que decía era lo que yo pensaba y lo que creía que él podía pensar. Y a la noche siguiente, en el bar de siempre, una buena amiga la pidió en la barra sin que nos diésemos cuenta... Fue un momento empalagosísimo. Desde entonces no he sido capaz de escuchar la canción entera sin desear suicidarme (lo de llorar lo superé hará un año ya).

"There are many things that I would like to say to you
But I don't know how
Because maybe
You're gonna be the one that saves me
And after all
You're my wonderwall"

Le expliqué lo que significaba wonderwall y le dije que él se estaba convirtiendo en mi wonderwall, no sé si se puede ser más patética, o más ingenua. Y eso que yo pensaba que yo ya no creía en el amor romántico ni nada. En febrero del año pasado escribiría una canción patética a la que le puse dos títulos: "Salvar" y "Pared maravillosa" (la traducción literal de la palabra wonderwall).


(...) 
La primera vez que se vieron por dentro, 
ella se le echó a llorar; supo que él la iba a salvar. 
(...)
Él se convenció de que, para ella, él solo era una necesidad. 
Y la dejó de salvar. 
(...)
Dos últimos besos y en aquel abrazo, su pared maravillosa se les vino abajo.
(...)
Él ahora es un adulto en un traje de oficina,
ya no pierde las bufandas, no coge flores del suelo,
llega puntual a sus citas.
Ella va a hacer tres inviernos que no llora de alegría,
y cada diciembre, sueña con que él vuelve,
y la devuelve a la vida. 
Cree que la vendrá a buscar, que un día la vendrá a salvar.
Pero él no la va a salvar; nadie la puede salvar.

No sé cómo he llegado a esto. Quiero pensar que es hormonal, mezclado con el estrés. Pero quiero que me trague la puta Tierra.

"Soy olvidable".

Ya sé que estoy deprimida, no soy gilipollas.

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