Con razón me dice uno de mis mejores amigos que mis
andanzas bien daban para una serie en plan Cómo conocí a vuestra madre
vuestro padre y, con más razón aún, dice un compañero que parezco uno de
esos personajes femeninos de comedia romántica a lo Bridget Jones. La
diferencia es que en mi producto hay a veces melodrama de más (casi en la linea
de Anatomía de Grey, diría yo y eso que no lo veo) y que, como en 500
días juntos, yo no me quedé con mi Summer que en mi caso no es nada Summer,
más bien es Winter... porque el cabrón es frío como un témpano de hielo.
He conseguido reírme de mí misma incluso con recuerdos
como el del 23F del año pasado, la primera vez que me dijo que "esto no
va" y demás excusas que un año después –en el que no paró de marear la
perdiz- confesó no eran ciertas. Ese día, después de pasear con él como 2 horas
echándome la culpa a mí misma, diciéndole lo mucho que sentía que no
funcionase, la persona maravillosa que creía que era y lo que lamentaba no
poder conocerle más -no sabía lo que decía, pobre yo pasado mío-, tuve un cierto momento cómico-trágico. Ese día,
después de todo eso y de una despedida con el abrazo de bienquedismo criaturobosquil de rigor incluido, me encaminé hacia
mi casa con lagrimicas en los ojos, con tal suerte que estaban asfaltando una
de las calles por las que pasé y me dio un ataque de asma que casi me deja en
el sitio. Porque claro, como buen personaje patético de tragicomedia, soy
asmática.
Pero me he ido por las ramas. Hoy no me ha dado ningún
ataque de asma. Me he levantado zombie total, después de tener un sueño
realmente hijo de puta, lo cual no es de extrañar después del fin de semana tan
extraño que he tenido. Los findes no me despego al Hobbit ni con agua caliente
-porque pa caliente él, que se me puso palote al mínimo contacto, así, de
buenas a primeras-, lo que hace que cada vez que alcanzo un cierto
equilibrio mental, él lo ahogue en calimotxo, lo tire por los suelos y luego
salte encima, como hizo con mi corazón azul. Pero eso es otra historia.
Despierto de mi sueño cabrón, me empastillo para soportar
el puto polen primaveral (también soy alérgica, por supuesto), discuto con mis
compañeros de los que estoy hasta el culo ya y durante toda la santa mañana mi
cerebro no deja de hacer paralelismo con todo relacionándolo con el jodido
Hobbit. Es lo que yo llamo estar en fase, nivel: Él también bebía agua. Incluso
cuando me hablaron de instancias me acordé de una reconciliación en la que
bromeó con escribir una instancia en la que dijera "Don Hobbit, con DNI
xxxxxxxx, nacido en La Comarca blabla, expone... blabla, solicita...".
Vamos, lo que viene a ser una instancia de toda la vida de B. Y recordando
estas cosas que intento no seguir recordando, llegué a casa a medio día
de un humor no demasiado favorable. Si además tenemos en cuenta que estoy en
etapa premenstrual, pues... a tope, vamos.
Termino trabajo que tenía pendiente, como mientras tecleo
porque no me da tiempo, descubro con horror que el Hobbit ha cambiado la fecha
de su fiesta (sí, yupi, ¿eh?) para que yo pueda acudir puesto que antes no me
era posible por tener que ir a mi cena imaginaria de antiguos alumnos de la
universidad, y después cojo el coche para irme otra vez.
Últimamente pongo en la radio la emisora "VIVE
Radio", cuyo nombre resulta muy irónico si consideramos que la música que
ponen habitualmente hace que me entren ganas de estrellar el coche contra un
muro.
Pues cuando la encendí estaba sonando Fire to the rain,
de Adele, y la dejé puesta porque, qué coños, con todo lo del Hobbit anda que
no le he dado algunos días a la dichosa canción. El caso es -que me enrollo que
da gusto- que una furgoneta gigantesca se precipitó contra mí, así, de repente,
desde el otro carril. De Madrid tenía que ser, joder. Pensé que el tío ni
bajaría del furgón, pero sí, bajó. Aunque para lo que bajó, mejor que se
hubiera dado a la fuga. Que si él no tenía la culpa, que si estaba adelantando
porque yo iba muy despacio, que si mierdas. Joder, iba escuchando la canción,
¡déjame vivir!
El tío se había saltado una línea continua con toda
la jeta, por puras ansias e impaciencia, pero vamos, que esto en Madrid lo ves
todos los días... ¿te confundes de carril? ¡Pues te cambias y ya está! ¡Qué más
dará cómo sea la línea! Claro, llegan aquí y nos llevan por delante. Obviamente
no me ha pasado nada, porque iría yo a unos 10 km/hora... Si acababa de
arrancar y lo vi abalanzarse. El cabrón no quiso sacar parte amistoso ni no
amistoso ni nada. Era un coche de empresa y el pive era un empleado. La
furgoneta no tenía ni un rasguño, hay que joderse, y mi parachoques colgando...
Pensé que iba a ponerme a llorar de impotencia pero en lugar de eso me puse a
soltar improperios -feel like Belén Esteban por lo menos- y hasta un corte de
manga le hice al hombre. Tendría que haber llamado a la policía –la gente que
lo vio me daba la razón enfervorecida-, pero andaba con prisa porque no llegaba
a la puta conferencia así que me subí en el coche y me fui con mi parachoques
colgando, en un estado de total enajenación mental. Llego a la Universidad y
oh, sorpresa, no hay aparcamiento. Doy mil vueltas y al final veo un coche que
sale, en una calle del centro. Como soy malísima para los nombres de las calles
y no es la primera vez que pierdo así el coche, busco el cartelito con el
nombre y... ¿Calle de la Argentina? Una broma del destino (*).
Pero el episodio ha terminado más o menos bien, porque el
hombrico del taller ya me conoce y me ha colocado el parachoques sin cobrarme
ni un céntimo, el pobre... Cosa que le agradezco y supongo que mi pobre madre
también, porque a este paso la veo llevándome tuppers a Topas; fue subirme al coche, apuntar la
matrícula de la furgoneta y todos los datos de la empresa, e imaginarme a mí
misma pegándole fuego a toda la flota de vehículos de la compañía (era una de
mensajería).
Todo esto no fue suficiente, así que cuando llegué a
casa, se me rompió la guitarra, se me bloqueó la impresora y luego el puto
Hobbit me habló por una red social mientras mi perro se intentaba follar a mi
pierna. Me contó que le habían dado una beca. “A mí me dan una hostia en el
coche y a él una beca… ¿dónde está el jodido karma?”, pensé. Así se terminó por
rematar mi día de “¿cómo ha llegado a ser tan patética mi vida?”.
Ah, y mañana voy a Madrid a revisión médica. Con el
coche. Ya sabéis, si veis por las inmediaciones de algún hospital a una tía de
unos 25 años con cara de mala leche y una hostia en el parachoques –porque la
de la cabeza no se me ve a simple vista-… esa soy yo.
(*) Quizás entendáis esto mejor si digo que desde que la
"voz" apareció, mi serie de Cómo
conocí a vuestro padre compite cada sábado en horario de máxima audiencia
con Rebelde way.
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