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martes, 15 de mayo de 2012

¿Pur qué? ¿Pur qué?


Con razón me dice uno de mis mejores amigos que mis andanzas bien daban para una serie en plan Cómo conocí a vuestra madre vuestro padre y, con más razón aún, dice un compañero que parezco uno de esos personajes femeninos de comedia romántica a lo Bridget Jones. La diferencia es que en mi producto hay a veces melodrama de más (casi en la linea de Anatomía de Grey, diría yo y eso que no lo veo) y que, como en 500 días juntos, yo no me quedé con mi Summer que en mi caso no es nada Summer, más bien es Winter... porque el cabrón es frío como un témpano de hielo.

He conseguido reírme de mí misma incluso con recuerdos como el del 23F del año pasado, la primera vez que me dijo que "esto no va" y demás excusas que un año después –en el que no paró de marear la perdiz- confesó no eran ciertas. Ese día, después de pasear con él como 2 horas echándome la culpa a mí misma, diciéndole lo mucho que sentía que no funcionase, la persona maravillosa que creía que era y lo que lamentaba no poder conocerle más -no sabía lo que decía, pobre yo pasado mío-, tuve un cierto momento cómico-trágico. Ese día, después de todo eso y de una despedida con el abrazo de bienquedismo criaturobosquil de rigor incluido, me encaminé hacia mi casa con lagrimicas en los ojos, con tal suerte que estaban asfaltando una de las calles por las que pasé y me dio un ataque de asma que casi me deja en el sitio. Porque claro, como buen personaje patético de tragicomedia, soy asmática.

Pero me he ido por las ramas. Hoy no me ha dado ningún ataque de asma. Me he levantado zombie total, después de tener un sueño realmente hijo de puta, lo cual no es de extrañar después del fin de semana tan extraño que he tenido. Los findes no me despego al Hobbit ni con agua caliente -porque pa caliente él, que se me puso palote al mínimo contacto, así, de buenas a primeras-, lo que hace que cada vez  que alcanzo un cierto equilibrio mental, él lo ahogue en calimotxo, lo tire por los suelos y luego salte encima, como hizo con mi corazón azul. Pero eso es otra historia.

Despierto de mi sueño cabrón, me empastillo para soportar el puto polen primaveral (también soy alérgica, por supuesto), discuto con mis compañeros de los que estoy hasta el culo ya y durante toda la santa mañana mi cerebro no deja de hacer paralelismo con todo relacionándolo con el jodido Hobbit. Es lo que yo llamo estar en fase, nivel: Él también bebía agua. Incluso cuando me hablaron de instancias me acordé de una reconciliación en la que bromeó con escribir una instancia en la que dijera "Don Hobbit, con DNI xxxxxxxx, nacido en La Comarca blabla, expone... blabla, solicita...". Vamos, lo que viene a ser una instancia de toda la vida de B. Y recordando  estas cosas que intento no seguir recordando, llegué a casa a medio día de un humor no demasiado favorable. Si además tenemos en cuenta que estoy en etapa premenstrual, pues... a tope, vamos. 

Termino trabajo que tenía pendiente, como mientras tecleo porque no me da tiempo, descubro con horror que el Hobbit ha cambiado la fecha de su fiesta (sí, yupi, ¿eh?) para que yo pueda acudir puesto que antes no me era posible por tener que ir a mi cena imaginaria de antiguos alumnos de la universidad, y después cojo el coche para irme otra vez.

Últimamente pongo en la radio la emisora "VIVE Radio", cuyo nombre resulta muy irónico si consideramos que la música que ponen habitualmente hace que me entren ganas de estrellar el coche contra un muro. 

Pues cuando la encendí estaba sonando Fire to the rain, de Adele, y la dejé puesta porque, qué coños, con todo lo del Hobbit anda que no le he dado algunos días a la dichosa canción. El caso es -que me enrollo que da gusto- que una furgoneta gigantesca se precipitó contra mí, así, de repente, desde el otro carril. De Madrid tenía que ser, joder. Pensé que el tío ni bajaría del furgón, pero sí, bajó. Aunque para lo que bajó, mejor que se hubiera dado a la fuga. Que si él no tenía la culpa, que si estaba adelantando porque yo iba muy despacio, que si mierdas. Joder, iba escuchando la canción, ¡déjame vivir!

 El tío se había saltado una línea continua con toda la jeta, por puras ansias e impaciencia, pero vamos, que esto en Madrid lo ves todos los días... ¿te confundes de carril? ¡Pues te cambias y ya está! ¡Qué más dará cómo sea la línea! Claro, llegan aquí y nos llevan por delante. Obviamente no me ha pasado nada, porque iría yo a unos 10 km/hora... Si acababa de arrancar y lo vi abalanzarse. El cabrón no quiso sacar parte amistoso ni no amistoso ni nada. Era un coche de empresa y el pive era un empleado. La furgoneta no tenía ni un rasguño, hay que joderse, y mi parachoques colgando... Pensé que iba a ponerme a llorar de impotencia pero en lugar de eso me puse a soltar improperios -feel like Belén Esteban por lo menos- y hasta un corte de manga le hice al hombre. Tendría que haber llamado a la policía –la gente que lo vio me daba la razón enfervorecida-, pero andaba con prisa porque no llegaba a la puta conferencia así que me subí en el coche y me fui con mi parachoques colgando, en un estado de total enajenación mental. Llego a la Universidad y oh, sorpresa, no hay aparcamiento. Doy mil vueltas y al final veo un coche que sale, en una calle del centro. Como soy malísima para los nombres de las calles y no es la primera vez que pierdo así el coche, busco el cartelito con el nombre y... ¿Calle de la Argentina? Una broma del destino (*).

Pero el episodio ha terminado más o menos bien, porque el hombrico del taller ya me conoce y me ha colocado el parachoques sin cobrarme ni un céntimo, el pobre... Cosa que le agradezco y supongo que mi pobre madre también, porque a este paso la veo llevándome tuppers a Topas; fue subirme al coche, apuntar la matrícula de la furgoneta y todos los datos de la empresa, e imaginarme a mí misma pegándole fuego a toda la flota de vehículos de la compañía (era una de mensajería).

Todo esto no fue suficiente, así que cuando llegué a casa, se me rompió la guitarra, se me bloqueó la impresora y luego el puto Hobbit me habló por una red social mientras mi perro se intentaba follar a mi pierna. Me contó que le habían dado una beca. “A mí me dan una hostia en el coche y a él una beca… ¿dónde está el jodido karma?”, pensé. Así se terminó por rematar mi día de “¿cómo ha llegado a ser tan patética mi vida?”.

Ah, y mañana voy a Madrid a revisión médica. Con el coche. Ya sabéis, si veis por las inmediaciones de algún hospital a una tía de unos 25 años con cara de mala leche y una hostia en el parachoques –porque la de la cabeza no se me ve a simple vista-… esa soy yo.







(*) Quizás entendáis esto mejor si digo que desde que la "voz" apareció, mi serie de Cómo conocí a vuestro padre compite cada sábado en horario de máxima audiencia con Rebelde way.

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