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martes, 15 de marzo de 2011

Tiempo (II)


Aquí estoy dijo mientras se sentaba y se quitaba el abrigo y la bufanda.

A ella se le paralizó hasta el último músculo de su cuerpo. No fue capaz de articular palabra. Sólo miraba aquellos ojos verdes, que era lo único de él que parecía mantenerse inmutable después de tanto tiempo.

Aquí me tienes repitió él. ¿Qué querías?

Yo… Amy seguía sin poder articular palabra. Pero a él, ¿qué le ocurría? Parecía tan impasible, tan frío… Ella, desde hacía meses, quizás años, sólo podía pensar en el momento en que lo volviera a ver y lanzarse a sus brazos, cerrar los ojos, y volver a sentirse viva. Pero ahora… ahora era como si alguien sujetase un cristal translúcido entre ambos, o como si él, simplemente, no fuese él.

Hace mucho tiempo dijo él sacándola de su ensimismamiento.

Mucho repitió ella sin creerse aún que estuviera ante él.

Sigues igual que siempre dijo, pero nada se iluminó en su rostro ni en sus ojos, como ella esperaba o hubiese deseado.

“Tú no”, pensó. Pero era algo obvio. Quizás ni merecía la pena decirlo, no a él, no a aquel Eric que no parecía él. Mierda, ¿por qué seguía sin poder reaccionar, si él permanecía como si nada ocurriese? ¿Cómo podía conservar aquellos ojos y haber perdido la expresión de su mirada?

Bueno volvió a intervenir el chico, y ¿dónde piensas alojarte y esas cosas? ¿Qué piensas hacer aquí?

Yo… balbució Amy, no sé. Sólo… Sólo esperaba… encontrarte.

Él retiró su mirada, girando la cabeza hacia un lado. Por fin, alguna reacción.

Eric… dijo ella intentado aprovechar aquella grieta de su pasividad.

No me llames así, por favor dijo él aún sin mirarla.

Pero…

Por favor, ni siquiera mi madre me llama así ya. Llámame Mike, es mi nombre ahora.

Ya lo sé, pero…

Ahora es así.

Los dos permanecieron unos segundos en silencio. Ella le miraba a los ojos, aunque él no le mirase a ella. No aguantaba, ya no aguantaba más, ¿allí qué estaba sucediendo?

¿Qué sientes cuando me miras? preguntó temerosa ¿Qué has sentido cuando me has visto?

Él suspiró y volvió a mirarla a la cara. Luego se encogió de hombros.

Ha pasado mucho tiempo… volvió a decir.

¿Y qué? le espetó ella, que por fin era capaz de rebelarse.

No da igual.

No, claro que no da igual… Pero ¿qué te pasa? Me miras como si… como si fuera una desconocida.

Es que no somos los mismos.

No, tú desde luego que no… susurró con tristeza en un tono de voz que sólo ella misma fue capaz de escuchar.

Las cosas no son así, Amy continuó, y ella sintió un escalofrío al escucharle pronunciar su nombre otra vez, no puedes venir aquí ahora y pretender que las cosas sean... no sé, como antes.

Pero… casi se mareaba, aquello parecía una pesadilla, yo he dejado todo para venir aquí. Llevo 2 años buscándote, trabajando en todo lo que te puedas imaginar para conseguir dinero para encontrarte, para venir aquí. En todo. He hecho de todo, joder. ¿Cómo puedes decir que las cosas han cambiado y ya? ¿Cómo puedes olvidar el tiempo más importante de nuestras vidas?

Cállate.

¡No, mierda, no me voy a callar!

¿Ves como tampoco eres la misma? La que yo conocí sólo callaría y se iría en silencio.

Eso es mentira, y lo sabes. Tú lo sabes mejor que nadie. Y si no lo sabes… quizás no me conozcas.

Claro que no te conozco, ni tú a mí.

Pero qué dices…

Tú lo has dicho, no te conozco. Sólo éramos adolescentes en un momento difícil, que se dejaron llevar, que cometieron errores, que perdieron la cabeza…

Yo no perdí la cabeza.

Yo sí.

Ella respiró hondo. No podía creerlo.

Yo te quería… dijo al fin.

Él suspiró de nuevo.

No sabíamos lo que queríamos.

Pero ¿qué mierda te ha pasado? ¿quién coño eres, Eric?

¡Estabas muerta, joder! dijo elevando el tono de voz por primera vez ¡No puedes aparecer ahora, después de 3 años, y decir “Hola, Eric, estoy viva, y aún te quiero”! ¡No! ¡Las cosas no son así!

No son así porque tú no quieres que sean dijo ella con un tono relajado para apaciguar los ánimos.

No son así porque el tiempo pasa… y la gente cambia.

Pero yo aún siento lo que sentía dijo intentando que no le temblase la voz, si no, no estaría aquí. Es lo único que me ha mantenido con vida durante este tiempo, ¿no lo entiendes? ¿Qué ha cambiado? Dime qué ha cambiado dentro de ti, porque no lo entiendo, de verdad que no lo entiendo. No se puede olvidar lo que vivimos, no me mientas, sabes que no lo has olvidado, ¿o lo has hecho?

Él mantenía su gesto imperturbable.

¡Maldita sea, Eric! ¡Contéstame! dijo a la vez que daba un manotazo a la mesa.

No me llames así.

¿Me habías olvidado? ¡Mírame!

Él fijó la vista en la cristalera más cercana e intentó reprimir las ganas de llorar.

¿Cómo iba a olvidarte? Joder…

Ella rompió a llorar.

No deberías haber venido dijo él. Yo he rehecho mi vida… La persona que ves no tiene nada que ver con el chico que conociste.

Mentira dijo ella con lágrimas en los ojos. Sólo deja que hablemos, aunque sea un rato… Déjame estar contigo.

Pero la verdad era que le miraba y ni ella misma le reconocía; si no fuera por esos ojos… y su recuerdo de ellos, ni sabría quién era. Sin embargo, algo dentro le decía que tenía que insistir, tenía que intentarlo porque, maldita sea, era él. Y lo era todo.

Amy… dijo volviendo de nuevo su mirada a ella, clavándole sus ojos, yo ya no te quiero.

Y todo se detuvo.

Ella tragó saliva.

No. Mentira. Claro que me quieres, pensó. Y fue incapaz de levantar la vista de la mesa. Y el sonido de la gente que había en el bar pasó a ser un murmullo extraño que pitaba en sus oídos. Y los ojos verdes de Eric, o Mike, o quien quiera que fuera aquel chico, empezaron a desdibujarse, como todo lo demás, como los últimos tres años, como los cinco meses que pasaron juntos huyendo del mundo. Todo se diluía, como si nunca hubiera existido, como si hubiera sido un sueño.

Es mejor que me vaya sentenció él.

Y ella asintió con la cabeza, sin apartar su mirada de la taza de café.

Él se levantó, se puso el abrigo, pagó la cuenta y se perdió entre la gente, el ruido y los coches de las calles de Manhattan, para siempre.

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