-->

viernes, 6 de abril de 2012

Crónicas absurdas de una expedición fallida IV (sí, empiezo a ponerme cansina con las metáforas)

—Me encanta que llueva —digo a mi compañero de toda la vida—. Sé que aún así no se irá la nieve, pero mientras llueve, llego a pensar que sí.
—Lo sé, crees que lo hace B.
—A veces.

Me detengo a pensar.

—Sí, supongo que lo pienso, aunque realmente sepa que no —añado.
—¿Cómo podías creer en ello cuando estabas... como yo?

Se refiere en su estado de salud, tan complicado.

—Porque necesitaba creer en algo y no podía creer en... bueno, ya sabes.

Me refiero a mi capitán de expedición, el que ha decidido que mis planes no entraban en sus planes.

—Va a volver —dice rotundo mi amigo—, de verdad lo creo.
Y yo creo que de verdad lo cree, pero yo no. Y aunque a veces una pequeña parte de mí piense que sí, se que es mejor pensar que no.

—Te ha estado buscando, todo este mes. Ha buscado de noche, ha preguntado a otros si sabían cómo estabas, dónde encontrarte.
—Lo sé.
Pero yo no he querido salir de aquí. No quiero su mano más. Una mano que realmente me quiere para sujetarse y no para sujetarme a mí. Una mano egoísta que me quiere en el campamento, para manejar los artilugios que sólo yo conozco, para conseguir agua y comida, pero que no me quiere llevar a casa.

—Ya no creo que me busque más —digo después de reflexionar—, ahora tiene a esa otra gente, he oído las voces. Y ya no me necesita, no es la persona que incorporé a la expedición cuando yo la dirigía; ahora es fuerte, conoce el terreno, está seguro de sí mismo... no es quien conocimos.
—Sabes lo que pienso: va a volver. Tú lo sabes como yo. ¿Me he equivocado antes?¿Con otros jefes?
—No, pero creo que ahora lo haces; él es diferente, nunca ha habido reglas con él.
—La otra expedición no es una amenaza.
—Son buenos en lo que hacen —argumento con tristeza.
—Sabes que no son cómo tú, y él no es tonto, se dará cuenta enseguida.
—No les conoces, quizás sean mejores.
—Niebla, sólo ha encontrado a dos personas dignas de su expedición en toda su vida... y solo a una la ha querido llevar a casa.
—Pero no me llevó... me dejó viviendo en ese estúpido campamento donde aún pretende que me quede, que me quede viendo cómo todos regresan a su hogar y yo sigo ahí, como en un bucle infinito, atrapada en mi propia infelicidad, ¿es que yo no merezco lo que todos los demás?
—Va a volver a buscarte, toda la expedición lo cree. Seguramente sea cuando ya hayas salido de aquí, cuando la nieve haya bajado y estés por los caminos. No es la primera que te digo algo así y acierto. Irá a buscarte y querrá llevarte a casa otra vez, pero tú ya sabrás el camino y no le querrás en él. Porque mucha gente escala como él pero como tú, no. Y lo digo porque lo sé.
Porque él fue mi primer compañero de expedición, y yo la suya. Y sabe que diciéndome eso, casi puedo llegar a creerme todo lo anterior. De hecho, por un instante, hasta lo hago. Luego recapacito.

—Él no es tú —le digo. Y sí, quiero que vuelva, irracionalmente quiero hasta que siga buscándome como hasta ahora, sentir que soy importante, que me necesita aunque sea en su mierda de campamento, aunque no vaya a responder a sus peticiones, pero quiero que las haga.

Y por supuesto, querría que me quisiera llevar a casa. Pero es absurdo pensar en ello y por eso intento no hacerlo, aunque eso también me haga daño.

Mi compañero se queda dormido y yo sigo pensando. Pienso mucho, y me ahogo, me ahogo cada vez más porque mañana... mañana es día de expedición, mañana saldremos a la nieve y encontraremos a los demás, incluido "mi" capitán. Sólo puedo pensar en estratagemas para evitar el momento y pedir irracionalmente a B, que si llega, mantenga a esas voces lejos, muy lejos de mí. Porque justamente situaciones como la de mañana, son las que pretendía evitar cuando decidí, por propia voluntad, dejar el campamento. Y sin querer, con esa decisión, he provocado todo lo demás que ahora me hace daño y que, aunque ya no debería importarme, lo hace.


No hay comentarios :