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sábado, 14 de septiembre de 2013

Cuando perdernos uno al otro es ganarnos a nosotros mismos, y viceversa.


  Me pregunto si tú sentirás esta sensación, como de pérdida. No, ¿verdad? Qué cosas tengo... sentir tú algo.

  Pero me pregunto si tú también, en algún rato muerto, te has puesto a analizar si has perdido o ganado algo y qué es lo que ha sido. Si estás mejor, si eres más feliz. Si, no sólo no me necesitas, sino que tu vida es más agradable ahora. Porque seguro que es más fácil.

  No me voy a enfadar, porque yo, a ratos, también estoy convencida de todo eso. Aunque he de reconocer que existen otros muchos momentos en los que la sensación de pérdida es insoportable. Momentos en los que pienso: "Sí, todo es más fácil sencillo ahora, pero yo le echo de menos". Y no encuentro demasiados motivos para ello, así que debe de ser simplemente que te quería. O te quiero. Quería al chico tímido y rarito que no sabía ni besar, que me sonreía como si yo fuera su sueño hecho realidad y me decía que las cosas me iban a empezar a salir bien. Al chico que se mataba a pajas en su casa antes y después de verme para que yo no pensara que sólo se acercaba a mí por sexo, para perder la virginidad de una vez, como decían sus amigos. Al chico que siempre llegaba tarde, que perdía las cosas y que se reía absolutamente de todas mis bromas y salidas irónicas, que conocía mis caras de cinismo y de incredulidad y cuando alguien decía una barbaridad, me buscaba con la mirada para encontrarlas. Y que me ayudaba a hacer las pancartas para ir a tocar los huevos a la plaza de toros el día de la fiesta grande. Ese niño que, en el rastro de Navidad, en los únicos puestos en los que se paraba era en los de cromos y juguetes, a ver los Gormiti, y que el día que le regalé el llavero de Perry, el ornitorrinco, se lo fue enseñando a todo el que se encontraba, a algunos hasta tres veces.

  Qué triste, ¿no crees? Seguir queriendo a alguien que ya no existe. Plantearte si de verdad existía o te diste cuenta de la realidad demasiado tarde. Sopesar la idea de que has tenido un porcentaje importante de la culpa en que su personalidad comenzara a cambiar.

  No sé si tú te preguntarás si todo volverá a la normalidad cuando pasemos más tiempo juntos ("pon cara de normal", me decías cuando volvíamos con el grupo después de liarnos a escondidas). No sé si te preguntarás si acaso va a suceder eso, el estar físicamente en el mismo lugar, tú y yo, más de media hora.

  No sé si te has parado a pensar que antes, cuando pasaban más de tres días sin comunicación, tú me decías que hacía "la hostia" que no hablábamos, o que qué me contaba, qué era de mi vida. Ahora es una excepción que hablemos siquiera una vez a la semana. ¿Tú piensas en si yo me acuerdo de ti? ¿En si te echo de menos? ¿En si a veces tengo ganas de contarte algo? ¿En si alguna vez abro tu ventanita en el teléfono, miro cuándo has estado conectado, pienso en decirte algo, pero luego la cierro? A lo mejor lo has hecho, aunque no, no creo.

  ¿Eres más feliz ahora, sin mí en tu mapa? ¿Piensas en todo esto?

  No sé si no le das importancia a nada, como otras veces (en verano siempre nos separamos para luego volver a repetir el bucle en invierno). No sé si te habrás planteado siquiera algo de esto, si le habrás dado vueltas. Pero seguro que no se te han hecho las 5 de la madrugada pensando en ello, como a mí anoche. Precisamente eso, sentir esa certeza de que tú no te acuerdas de mí como yo de ti, es lo que hace que, mientras me hago tantas preguntas, vuelva esa presión a mis sienes y a mi pecho.

Y así se me pasaron ayer las horas, mirando al techo.







Pongo el punto detrás de "pecho" y el ordenador entra en suspensión. Entonces voy al enchufe más cercano, donde tengo cargando el móvil, apagado. Ya está cargado. Lo enciendo. Tiene las 4 de la mañana, esa es la hora a la que lo apagué. Comienza a cargar y sale el icono del maldito bocadillo verde. "No creo que sea él", pienso, "no, no va a ser, Niebla, será el grupo de las chicas de clase, puesto que empezamos el lunes. Son ellas, seguro".

Pero no. Es él.

"Stas dspierta???"
14 de septiembre, 5:04 am.

Se me dibuja una sonrisa triste.





2 comentarios :

Anónimo dijo...

Hola, hace un tiempo que leo tu blog y me siento muy identificada contigo. Me he enganchado a las entradas en las que hablas con esa especie de alter ego tuyo que te mete caña. Leí en un libro que a veces está bien sentarse a hablar solo y expresar cómo nos sentimos y por qué, pero como si se lo estuviéramos contando a alguien, y ir intentando contestarnos como nos contestaría alguien que lo viera de forma objetiva. Si lo piensas, no se aleja mucho de lo que tú haces al escribir.

Un saludo.

Niebla dijo...

Hola! Gracias por tu comentario. Me hace mucha ilusión cada vez que me escribe alguien :)

Me alegro de que te gusten esas entradas, porque suelen ser una rayada todas. Yo también leí algo así en un libro, a lo mejor era el mismo. De todas formas, creo que escribiendo nos explayamos más porque no nos escuchamos en voz alta, que eso puede cortarte, puedes darte cuenta de cómo se te va la pinza según hablas xD. Escribiendo sueltas todo o gran parte y, luego, al leer, es cuando te das cuenta de la gravedad/ridiculez/insignificancia/frivolidad/importancia del asunto. O eso me pasa a mí.

Un saludo =)