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viernes, 25 de noviembre de 2011

El miedo es el primer paso hacia el fracaso.


Vuelvo a estar sentada en el mismo lugar, pero ahora ya no tengo nada. Ahora no llevo mis mejores galas, mis máscaras se caen a trozos. Estoy desnuda en el mismo lugar, pensando si saltar o no saltar, sentada, rezagada, temerosa. Miro abajo y veo el agua. La veo. Pero no sé cuánto cubre o si es mi imaginación. Tengo tantas ganas de saltar... estoy tan sola aquí arriba. Pero quizás vuelvo a errar. Quizás ver unos centímetros de agua me ha vuelto loca, así que espero... y espero... y sigo esperando. Espero a que vengas y me digas que salte, que hay agua, que allá vamos. Y me des la mano y que sea lo que tenga que ser.

Pero te acercas, me tocas y yo intento alejarte, porque me da miedo tropezarme y caerme, volver a confudirme y sentirme como antes.

Eres bueno. A veces te confundes y me confundes, pero eres una criatura buena, que no quiere hacerme daño. Pero yo soy tan frágil...

El miedo me domina y actúo como la contradicción que dices que soy. Una palabra tuya puede destrozarlo todo pero ¿y las mías? Si tu me dijeras, por ejemplo, lo que yo te dije ayer... Hubiera llorado por la misma acera de siempre, hubiera sentido esa presión en el pecho. Me abrazaste y yo te dije que estabas muy pegajoso esa noche, que te estabas pegando demasiado. Puedo decirte por qué lo hice, aunque en ese momento no lo supe. Lo hice por miedo, miedo, miedo. Luego, no soportaba ver tu cara al salir de aquel sitio, al ir a casa... Te pusiste la capucha, caminabas mirando al suelo, dos metros por delante de mí... estabas pálido y serio y yo no podía decir ya nada. Tan cerca y tan lejos. Y mi amigo M allí en medio, con su brazo por mis hombros... Yo llamándote y tú ni te girabas... Yo solo quería abrazarte, mierda. Te miraba y pensaba: no me puedo ir sin abrazarle...

Pensaba que era imposible ya, que estaba tan fuera de lugar en aquel momento... ¿Y qué?, pienso ahora. Tal vez debería haberlo hecho. Cuántas veces la situación ha sido al revés, tú no sabes qué decir, todo es tensión y frustración... y yo solo necesito un abrazo.

Llevabas la sudadera que te dije que me gustaba, esa que te dije que puesta en otro era un ultraje. Esa con capucha y cordones que siempre te coloco y que dices que te encanta, que te gusta que te coloque la capucha y los cordones.

Ojalá pudiera hablar y ya. Te diría tu nombre, tu nombre de verdad que me encanta pronunciar y después, te diría: "me está pasando otra vez... y se me está yendo de las manos. Déjame entrar esta vez, déjame entrar". Bastaría una palabra para darme la seguridad que necesito: entra. ¿Por qué crees que no hace falta? Claro, porque yo te alejo, porque soy una contradicción en mi misma, porque a veces cierro la puerta.

Sólo quiero que pongamos las cartas sobre la mesa ya de una vez. Todo se volvió a hacer raro con la puta ofuscación, y fíjate si tenías razón, fíjate si me ofusco. Pienso en aquellos días, en los besos espontáneos, los abrazos, tus palabras... Qué fugaz es contigo siempre esa sensación de felicidad. Tanto que no la diferencio de un sueño, parece irreal.

¿Y sabes qué es lo peor? Que en el fondo de mi corazón sé que esto no va a ir para adelante, y que voy a tener, esta vez sí, gran parte de la culpa. Y que, por mucho que me proteja, me va a doler igual. Y me da miedo. Me da muchísimo miedo. Tengo que intentarlo, pero es tanto esfuerzo. Es tantísimo esfuerzo... y tú no ayudas, y vuelve a ser mi culpa.

¿Por qué nos hemos quedado suspendidos en el tiempo y el espacio?

Culpa. Mi culpa.

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1 comentario :

Chari dijo...

Guau!! Me ha encantado y me ha hecho recordar a una situación que hace tiempo que pasé.
Yo también soy muy contradictoria y a veces me cuesta decir las cosas....
Me encanta vuestro blog y la forma en la que os expresáis.