-->

jueves, 1 de diciembre de 2011

Historia de una ciruela (modo testamento).


Podríamos ser tú y yo, adictos a las capuchas, a la lluvia, al agua. Ahora pienso en si la lluvia es un aviso de algo malo o sólo es una especie de fenómeno que se desata cuando nuestros sentimientos chocan, ya sea para bien o para mal. Creo también que es posible que B no te odie como pensamos. Porque ¿sabes?, desde que no nos vemos, desde que estás así... la niebla no se ha levantado a más de 2 metros del suelo. Seguro que algún día la has visto desde la ventana, seguro que te impide ver la calle porque vives en un edificio muy alto.

Ojalá pudiera subir a verte, llevarte unos bombones o algo. Ojalá todo fuera de otra forma. Ya ha pasado una semana... y se ha hecho asquerosamente larga, cada día se dilata más y más.

No sé si son casualidades o es así por algún motivo, pero ya sabes que llevo unos diez días sin coche, haciendo todos los trayectos hasta clase, bares, ect. a pie o en transporte público. Algún día los escenarios por los que paso de camino a clase casi se han convertido en una película y llevar "Lost in you" o "Time of your life" en el mp3 no contribuyen precisamente a evitarlo.

Primero paso por la puerta del bar en el que jugábamos al trivial, donde salíamos a que fumaras, antes de que ninguno de nuestros amigos supiera que ya nos habíamos confesado, y allí sonreíamos como idiotas, al lado de los árboles de Navidad y los ceniceros, nos dábamos besos y decíamos antes de entrar aquello de "Tú pon cara de normal". Todavía sonrío al acordarme, soy tan tonta... Aún tengo fotos de alguno de esos días en el móvil, de todos dentro jugando, y son las que más me cuesta mirar. Supongo que soy una ciruela.

Después toca el bar en que quedamos para arreglar el malentendido de nochevieja, ¿te acuerdas de ese día? Ahora vamos mucho a ese bar cuando quedamos los dos solos, pero la primera vez que entré fue aquel día contigo. Ese día dijimos todo aquello de "no tenemos que ponerle nombre", lo de "yo me lo paso bien contigo, me gustas y me gusta estar contigo... y si a ti te pasa igual, yo no necesito más". Luego fuimos por el rastro que montan en Navidad, que este año han empezado a montar ayer. Allí te fijaste en aquellos muñecos que luego yo busqué para tu cumpleaños por todas las jugueterías y quioscos pero no logré encontrar, así que cuando te lo conté te reíste porque tú también te acordabas que de todo el rastro lo único que te llamó la atención fueron unos muñecos de mierda. Te acordabas de aquel día.

Luego pasamos por un habitual para mí, aunque la primera vez que te llevé allí, el primer día que quedamos, tú era la primera vez que entrabas. Ese día, el primero, veníamos de otro bar, porque llovía (como siempre) y no podíamos pasear como queríamos. Allí estuvimos como tres horas, hablando sobre todo de películas... También hablaste de que se suponía que ahora seríamos algo... que tendríamos que dejárselo ver al resto o decírselo cuando preguntaran. Me acuerdo que me asusté un poco cuando lo dijiste, pero no dije ninguna machez. Recuerdo cuando miramos el reloj y vimos lo tarde que era... pensamos si íbamos a cenar o no y al final, como llovía, nos despedimos en la puerta para vernos sólo una hora después con el resto. Fue la típica despedida en la que no sabes qué hacer... Al final me diste un beso en la mejilla y yo me fui levitando.

La última vez que estuvimos solos en ese bar, fue el último día que nos besamos antes del día del golpe de estado. Fue el día que te dije que me tenían que volver a operar. Todo se fue a la mierda. Yo lo sabía antes de decírtelo. Antes siquiera de quitarme el abrigo, dijiste: "¿Qué te pasa? Estás extraña...". Yo te dije que nada, como digo siempre, pero al final lo escupí. Lo escupí adornado, quitándole la importancia que en realidad tenía, pero se jodió todo igual. Te asustaste y se jodió todo. Fue ese día; ese día fue el principio del fin. Ese día yo empecé a sobreactuar y tú... Tú empezaste a alejarte. Ya estabas lejos cuando nos dimos el último beso, en un lugar por el que también paso a diario.

Y sólo a unos 100 metros de ahí... el lugar donde quedamos los dos solos por primera vez. Cuando paso por allí casi puedo verme cruzando el paso de cebra, a toda prisa, con mi cazadora nueva, tropezándome con una botella de cocacola de plástico, apurada porque te estaba haciendo esperar. Y también te veo a ti de pies, delante de aquella farola, con tu cazadora azul y tu bufanda de rayas, mirando el reloj nervioso. Nos reímos al mirarnos, antes de saludarnos, y dijiste sonriendo y golpeando tu reloj: "la primera vez que quedamos y tarde, eh". Eran solo cinco minutos, pero decías que se te había hecho muy largo. Y de ahí a la pista de hielo, que también están montando ahora. Fue nuestra etapa Disney Channel... Parecíamos gilipollas, un par de gilipollas con capucha subidos en una nube paseando bajo la lluvia, hablando de películas, de música, de B...

Cuando ese día acabó yo no sabía si la cita había sido un éxito o un desastre, porque mis amigas sólo preguntaban si nos habíamos besado. Y no, no lo habíamos hecho... Tres días después, cuando nos volvimos a ver, ya de noche y rodeados de gente, recuerdo que te dije que estaba hecha un lío, que no sabía si lo del otro día para ti había sido una mierda, que para mí había sido raro, que a lo mejor no encajábamos como creíamos... Pero tú me interrumpiste diciendo: "Para mí estuvo genial", y me diste la mano por debajo de la mesa, me la apretaste fuerte. Tus amigos nos miraban extrañados, porque aunque tuviéramos las manos abajo, se veía cómo estábamos... Pero qué más daba. Ese día estalló todo, nos dio igual todo. Salí del baño y casi sin darme tiempo a reaccionar, me pusiste contra la pared y te lanzaste, ahí a la vista de todos. Estabas muy nervioso, te lo notaba por la forma en que respirabas. Yo estaba ansiosa, era todo deseo y te lo dije, te lo dije así tal cual:
-Puff, me estás poniendo burrísima, pero burrísima, eh...
Y enseguida me retracté:
-Ay, mierda... te estoy asustando... (o algo así)
-Cómo me vas a asustar, si que seas así es precisamente lo que me gusta de ti...
-¿Así cómo? ¿Una salida?
Y te reíste y dijiste que no, que lo que te gustaba es que dijera las cosas así como me venían a la cabeza, que fuera espontánea y bueno, también la burradas que soltaba... (y mira tú en lo que ha quedado al final mi espontaneidad).

Esa noche yo dije cosas como "Aún no me creo que esto me esté pasando" y tú dijiste cosas que aún me hacen llorar. Sabías de sobra porqué lo decía, todo lo que me había pasado ese año... y me dijiste: "Ahora sólo sé feliz y no pienses más en antes, eso ya pasó. Ahora las cosas van a ir bien. Me tienes aquí. Sonríe, porque ahora las cosas te salen bien". Y sonreías, sonreías, sonreías. Yo tuve que disimular para que no vieras que casi se me saltaban las lágrimas. Esa es la frase que creo que todavía hoy no te he perdonado que dijeras. No te he perdonado que dijeras eso y que dos meses y unos días después me dieras la patada. Si es que parecía todo mentira, era demasiado bonito. En realidad no hay tanta diferencia entre los sueños cabrones que suelo tener y los recuerdos que guardo de esos días. También dijiste aquello de "Me siento como si tuviera 15 años otra vez" mientras caminábamos de la mano por la calle y yo casi daba saltitos de alegría.

Luego desconectamos de todo, hasta perdernos de los demás y terminar solos en el bar donde había empezado todo una semana antes, donde te dije que me estaba pasando algo raro contigo, que si tú no lo notabas, y tú me cogiste las manos y me diste un montón de abrazos y de besos en la mejilla y en el pelo... Me dijiste que tenías miedo y que nunca habías sentido antes lo que estabas sintiendo. Todavía el otro jueves cuando entramos al hall del bar me miraste y dijiste: "Niebla, nuestro bar...". Y realmente fue donde más noches compartimos mientras aquello duró... primero sin luces, luego con luces y de nuevo sin luces.

Después, en febrero, todo se esfumó. "A lo mejor ha sido mi culpa", empezaste diciendo... y yo sonreí amargamente, porque sabía lo que venía detrás. Por suerte no paso por ese bar a diario, creo que sólo he pasado por delante dos veces desde entonces y ninguna de ellas por la misma acera. Hicimos bien en escoger un bar al que no vamos habitualmente, al que nunca habíamos ido y al que no pienso volver. A veces creo que lo hiciste adrede. Ahora eso ya no importa. Ahora lo que importa es lo que ese día decíamos al irnos a casa, cuando fuimos conscientes de que se nos había escapado. "Al principio todo era tan... tan...", decías. "¿Tan qué?", preguntaba resignada. "Era la conexión esa, era como magia... como si existieras sólo tú y ya... y lo demás no existía... Nos mirábamos y no hacía falta hablar, aunque siempre teníamos conversación... Nos reíamos de todo... y estabas siempre contenta... Ojalá pudiera ser así otra vez". "No va a ser así otra vez... Nadie puede estar siempre contento...", dije. Y aún no te lo he perdonado. No te he perdonado que me reprocharas mi no-alegría aquellos días, que no entendieras mi ofuscación, mi inseguridad... y que me dejaras sola, sin importarte desde entonces lo que me pasara. Ni una llamada, ni un sms. Desapareciste. Y yo pensaba: "Ya lo sabía". Porque desde que me diste la mano por debajo de aquella mesa mugrienta y pegajosa de calimotxo derramado, pensé que era demasiado bonito para ser cierto y que tú eras demasiado bueno, que no sabía cómo te había encontrado, de dónde habías salido. Y le escribí a Juno en un mensaje: "No sé si me merezco a este chico...".

Y escribiéndolo ahora me doy cuenta de porqué todavía me quito a veces cuando me abrazas, de porqué te escupo mierda de entonces en la cara, de porqué te pongo un gummy cuando vas a besarme o de porqué no te llamo aún sabiendo que estás mal ahora, aunque realmente no sé lo mal que estás.

Y te he perdonado, eso lo sé. Pero tengo mucho miedo, no es que no me fie de ti o de tus sentimientos; es que sé que ni tú ni nadie puede controlarlos y yo no quiero que el bucle se repita entero y en las mismas fechas. No. No, porque me muero.


Y sigue habiendo gente (la mayoría) que no puede entender nada de esto, de aquello, porque duró apenas 3 meses... (84 días para ser exactos). Pero tú y yo sabemos lo que había y lo que pasó, y con eso tengo suficiente.

...

Os advertí de cómo iba a destrozarme la vida diciembre, su frío, sus luces y su niebla.

No hay comentarios :