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martes, 18 de octubre de 2011

Mosquita ¿muerta?


Soy una maldita mosca pegada a una tela de araña. No sé cómo ha ocurrido, pero ha ocurrido. ¿Ha ocurrido? Maldita sea. Ni siquiera estoy segura.

Quizás sea demasiado tarde... Seré una mosca pegada a una tela de araña, esperando en ella a su dueña mientras me balanceo entre los hilos, sin saber si estoy bien o mal. Hasta que la araña aparezca y me coma. O quizás me coma primero otra araña que pasaba por allí como quien no quiere la cosa. O tal vez al final ninguna me coma y me quede ahí, atrapada, por siempre jamás.

Puede que aún esté a tiempo de salvarme, que la araña haya empezado a tejer su tela y yo todavía no esté atrapada. No sé hasta que punto estoy condenada. Aunque estoy en otra tela, en realidad, ¿o es la misma? Qué sé yo...

El Duendecillo ha vuelto, ataca de nuevo, teje su tela a mi alrededor, antes o después tendré que enfrentarme a ella, pasar por delante, volar entre sus hilos y superarla o volver a quedarme pegada. No contaba con esto, no. Se suponía que era feliz con su Yogurina, se suponía que yo era feliz de que él fuera feliz. Se suponía que habíamos asumido que no tenemos futuro a largo plazo. Se suponía que el bucle no iba a repetirse más veces... que se iba a terminar todo trato, toda relación que no fuera saludarse al cruzarnos por la calle para no repetir la misma historia una y otra vez. Ni messenger hasta el amanecer, ni chats de redes sociales, ni nuestros míticos eternos emails.

Se supone que soy racional, se supone que cuando empecé algo con el Hobbit le olvidé. Y no se supone que estoy encoñada con el Hobbit, eso es un hecho. Pero "Duencillo es Duendecillo", dijo Juno ayer justo antes de decir "Ten cuidado".

En unas horas recojo al Hobbit e iremos a tomar algo (sí, así le premio el no llamarme desde hace 5 días habiendo dicho que lo haría ¬¬). Le doy manga ancha pero luego le meteré caña. Le recibiré en el coche con cara de rancia, de odiarle, de que me tiene harta. Mentalmente, compararé cada una de sus respuestas, de sus reacciones, con las del Duendecillo. Pondrá cara de compungido y no hablará y yo pensaré: "El Duendecillo habría dicho alguna idiotez que me hiciese reír para romper la tensión; maldito Hobbit, no tiene sangre en las venas".

"Eres una confusión en ti misma; una contradicción en ti misma", me dijo una vez.

No sé qué cojones estoy haciendo con él, a dónde va esta mierda. Bueno, sí, hago justo lo que hacía con el Duendecillo. Así la cagué y así le perdí. Y el maldito Duende ahora vuelve... maldita sea. Maldita sea. Las cosas no son así. No. No se puede ser tan egoísta, no se puede jugar así con los sentimientos de los demás sólo por no sentir soledad, sólo por bienestar propio... Es el "ello" de Freud, y no está bien, joder, no está bien.

Esto acabará muy mal. Cuando el Hobbit sepa que el Duencillo ronda otra vez, empezará a comportarse raro. Si me asalta una noche cuando esté con mis amigos, la cosa puede ponerse muy violenta para mí. ¿Y por qué? ¿No se supone que el Hobbit no siente nada ya? ¿No somos amigos "especiales" y ya? ¿Qué coño es especiales en tu puto vocabulario? Yo no hablo Hobbit.

Cuando eso ocurra, si ocurre, es probable que el Hobbit reaccione. Pero puede que sea demasiado tarde para él, y para mí. Y para todos. Porque ahora mismo, no sé qué haría si ocurriesen ciertas cosas. Y eso es muy muy muy malo. Aunque en el fondo da igual, porque los dos caminos llevan a la destrucción. Intentar tomar uno de ellos ya lleva a la destrucción.

Rezad por mi alma condenada. Sacadme de la Tierra Media.



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2 comentarios :

Nikki dijo...

ay dios! tú también ves venir el huracán en el horizonte

Niebla dijo...

Pues mis cimientos son de madera a lo casa de USA y parece que esto trae hasta tsunami incorporado.