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lunes, 11 de marzo de 2013

Una mañana inesperadamente libre tirada a la basura, en la que debería haber estudiado o hecho algo de todo lo que tengo que hacer. Pero no. En su lugar, he estado escuchando canciones de distintos grupos que tengo entre mis favoritos, lamentándome a ratos por no haber expulsado a ese idiota de mi vida, a ratos escuchando canciones de odio, a ratos a la maldita Zahara a la que siempre odié sin razón racional (se parece a una chica que me cae fatal). Intenté ahogar mis penas en helado de stratiaccela mientras veía resúmenes del Gran Hermano (más patético imposible), pero salió igual que entró, al poco rato, con una facilidad pasmosa y con el desayuno tras de sí. Y fue increíble que cuando acabé me sentí tan aliviada como si hubiera vomitado también al Hobbit. 

Todo se vio magnificado por el alcohol, supongo, y quizás me tomé su feo como peor de lo que en realidad era, pero no puedo evitar que me duelan esas actitudes bipolares. Después de un fin de semana y una noche genial, estando hablando con Amy no sé a cuento de qué tuve la genial idea agarrar la cara del Hobbit como si de una abuela me tratase (ASÍ), a la ver que pronunciaba su nombre. Entonces saltaba como un resorte gritándome que qué coño hacía. Me dejaba en el sitio. Bueno, en realidad me desplacé hacia atrás, dándole a Amy en el codo con mi codo, lo cual hizo que parte de su cerveza se derramase sobre el Hobbit, que empezó a cagarse en el altísimo pero sobre todo, a mirarme aún con más odio del que lo había hecho antes. Con asco, me miraba con asco. Le pedí perdón por lo de la cerveza y le dije que no lo había hecho adrede. "¡SOLO FALTABA!", me gritó el imbécil, y volvió a mirarme como si fuera el ser más despreciable con el que se haya cruzado nunca. Le dije que su reacción estaba siendo desproporcionada pero siguió hablandome como si yo fuera lo puto peor sobre la faz de la tierra, así que le dije que no tenía porque aguantar más eso. "Empandillo, dame mis cosas", dije como si fuera yo la reina de Saba y nuestro amigo común mi criado. Cogió mis cosas del perchero y nos fuimos. Fue un visto y no visto. Miré atrás un par de veces como dije en la otra entrada, pero nada. No podría estar más decepcionada.

Al día siguiente, antes de comer, me escribía por el chat de una red social, pero lejos de disculparse me echaba en cara el haberme ido así, diciendo que mi reacción fue desproporcionada y no admitiendo en ningún momento que la que realmente fue un despropósito fue la suya. No sé si es tonto, si estaba demasiado borracho o qué... Me dijo frases como: "Claro, porque como te grité y casi te escupo". "A ver, Hobbit, claro que me gritaste y por un momento pensé que sí, que me ibas a escupir". Utiliza lo de escupir porque yo una vez lo hice, una vez le escupí, cuando después de darse el hostión con La Voz volvió a mí a decirme lo importante que era para él, etc., tras un email suyo más que hiriente que me partió en dos y del que todas sus disculpas al respecto fueron: "Oye... que igual en el ultimo mail me sobré algo". De todas formas esas actitudes hirientes habían quedado atrás, al menos hasta lo de las fotos que me armó hace poco, por lo que tampoco me llegó a pedir perdón porque decía que había sido un malentendido. ¿Por qué le cuesta tanto pedir perdón? ¿Es tan difícil decir: "Si he hecho algo que te haya podido molestar, lo siento"?

Él me desgració el abrigo morado, que está inservible por su culpa, mi abrigo favorito que no he vuelto a poderme poner. También me rompió una cámara de fotos de 300 euros, regalo de mi hermano. Recuerdo que Bob me dijo: "No se conforma con joderte la vida que también tiene que joderte cosas materiales". Por no hablar de que tiró al suelo mi corazón de cristal azul y lo pisó o rompió las alas de mi dragona de arcilla. Muy metafórico todo esto último, ¿verdad?

A mí la sensación que me da con lo que pasó es que llegó el típico momento de arrepentimiento, de "Qué coño estoy haciendo?" y se le cruzaron los cables. Y me duele, claro que me duele. Me duele primero por sentir lo que siento y luego por no ser capaz de alejarme, por seguir ahí una y otra vez... ¿quién da la oportunidad a quién? No reventé ningún momento, ni uno solo en toda la noche, en todo el fin de semana... Estaba saliendo todo tan bien... pero ni siquiera lo pensé. Si lo hubiera pensado fijo que me lo habría cargado yo antes, pero no, no lo pensé. Solo actué. Por primera vez en mucho tiempo. Había habido alguna cosa por la tarde que no me había gustado, pero decidí creer, decidí confíar, porque soy imbécil, porque siempre decido confiar cuando se trata de él, porque le veo incapaz de mentirme y creo que realmente es muy capaz. Su condescendencia conmigo es puro veneno.

Y aún así seguiré esperando un email que no llegará, unas disculpas que no llegarán, unos sentimientos que no llegarán...



1 comentario :

Desventuras dijo...

Esa maldita sensación que se te queda cuando pasa algo así... :( hace tres semanas tuve esa sensación, ese comportamiento enajenado y desmesurado que acaba teniendo alguien y que no sabes bien por donde tomártelo cuando lo que realmente te dan ganas es de pegarle un buen bofetón en toda la cara.
Sientes que se ha roto algo dentro de ti.
Espero que llegue ese email pidiendo disculpas y las cosas se puedan solucionar o al menos encontrarte tú mejor.
Un beso y ánimo