-->

viernes, 1 de marzo de 2013

Crónica de una fiesta -demasiado- anunciada. (Modo testamento on)

No me siento demasiado bien. Mal tampoco. No sé cómo me siento. 

Ya le podemos quitar la presunción al Elfo. Aunque hoy le he visto menos guapo que la última vez, con cacho, pero supongo que soy yo.

Fui a la fiesta dichosa, aunque como veis ya he regresado. Volví a aquel recinto por primera vez desde el año pasado en esta fecha, aquel día que puedo calificar como uno de los peores de mi vida -y he vivido cosas muy jodidas, creedme-. Cuando puse los pies allí dentro y vislumbré todo el panorama se me echó encima la vida. P estaba a mi lado y me preguntó que qué me pasaba. Al contestarle que nada lo supo.

Frodo y Légolas (hobbit y elfo), de ESDLA.
No había terminado la segunda cerveza y ya le estaba echando de menos. No estoy acostumbrada a salir de fiesta sin él. Hablo del Hobbit, claro. Era un sentimiento realmente muy raro, porque si estuviera me sentiría fatal, pero no estando le echaba de menos. Además, no había contestado al email que le envié ayer por la mañana, ni se había conectado a ninguna red social. Más tarde mi mejor amigo y amigo común de ambos me diría que ayer el Hobbit había quedado con Marcos, había perdido el último tren para volver y se había tenido que queda en su casa. De todas formas, creo que podría haberme escrito hoy, que ha tenido toda la tarde y sí ha estado en las redes sociales. Pero yo qué sé, sabía que yo estaba con el Elfo y... no sé. Tampoco le quiero justificar, me tiene realmente decepcionada con su comportamiento de las dos últimas semanas, un tira y afloja extremo y es que, como le decía ahora a mi mejor amiga, estos chicos que se comportan raro provocan con su comportamiento que tú también te comportes raro, que midas tus palabras, que aparezcas y desaparezcas como el Guadiana, que seas una contradicción en ti misma (estoy cansina últimamente con esta frase, sí).

El Hobbit en el futuro, confuso ante las contradicciones en sí mismas de la vida cotidiana.
Estaba avisando a P de que estaba a una cerveza de empezar a verbalizar lo que estaba echando de menos al Hobbit cuando llegó el Elfo. Y no le salió un aura por detrás ni nada. Lo vi FEO, claro que es normal con el tipo de pensamientos que estaba teniendo. Es posible que se me hubiera puesto delante Edward Norton y tampoco lo hubiera visto guapo (ni de coña, jaja). 

Yo no he estado nada receptiva y he de decir que lo siento por el chico, que estuvo separado casi toda la tarde de su grupo de amigos para estar conmigo. Su compañía era agradable, no es de esos tíos que te meten fichas ni nada. De hecho, no avanza, me recuerda muchísimo al Hobbit al principio, y por eso también siento cierto rechazo, porque ya tengo suficiente con un Hobbit, no quiero más tíos así, que no arrancan, que buscan a su princesa de cuento (y por lo tanto luego se desencantan), que se creen que están mandando señales como un faro cuando en realidad no. Llegué a decirle a P que el Hobbit al principio me hablaba más que él, se acercaba a mí todo el tiempo buscando cualquier tipo de conversación. El Elfo es un quiero y no puedo. Y, sinceramente, que yo intimide a un chico así (guapo, inteligente, etc.) no me parece del todo normal. Supongo que es inseguro, aunque eso tampoco es un defecto si soy yo quién juzga, pero yo qué sé. En fin, demasiado parecido al Hobbit, de verdad, para bien o para mal. 

A las 7 empecé a decir que quería irme. Entonces como que reaccionó, a su forma criaturesca, y empezó a interaccionar más. P dijo que lo estaba viendo muy lanzado para lo que es. ¿Perdona? Joder, no tengo 15 años, ni 20 tampoco, que estoy ya más cerca de los 30. Comenzó a jugar, bajándome el gorro hasta taparme los ojos (mi gorro morado, el gorro que tanta gracia le hace al hobbit y que tanto le gusta) y luego intentó algún acercamiento super extraño cogiéndome las manos o haciéndome cosquillas. Se le veía sobreactuado, se le veía que no sabía qué hacer. Lo de gorro fue lo primero que hizo y no pasaba de ese punto. Quizás me lo hizo ocho veces, sin exagerar, quizás más. El Hobbit también me lo hacía y de hecho me lo hace ahora. Es muy de tocarme los accesorios del pelo, la coleta, moño o lo que sea. Y con el Elfo, aunque la primera vez me agradó la gracia pese a recordarme al otro, luego comenzó a resultarme molesto por repetitivo, pero cuando empezó a haber contacto físico ya me sentí algo mejor, quería que me tocara, joder, que hiciera algo. Pero era demasiado tarde. Aquello era raro, yo me sentía rara, y tampoco ayudaba que mi mejor amigo me dijera cada poco "No te lo folles" o si lo veía agarrarme "qué fuerte me parece que te vayas a follar a ese". En mi cabeza también podía escuchar a Juno (que para máxima confusión mía lleva una semana defendiendo y justificando los comportamientos hobbitescos del Hobbit) diciéndome que si hacía algo con este tío la iba a cagar pero bien con el Hobbit. Supongo que el freno final lo puso mi mejor amiga de la infancia, cuando me dijo: "¿Pero a ti te gusta? Y no te pregunto si te parece guapo o majo, te pregunto si te gusta". Obviamente no supe contestar y no creo que eso sea bueno.

Todas las veces que fui al baño activé el jodido tráfico de datos en el móvil para mirar el email y la red social esperando alguna señal del Hobbit que nunca llegaría. Dejé de beber en buen momento, pues pincharon "Talk tonigh" de Oasis y, aunque deseé que las pistolas de mis amigas policías polis fueran de verdad para acabar con todo en aquel lugar maldito, conseguí que no me afectara hasta el punto de llorar. Sentí muchas ganas, sí, tantas que decidí que esa era la última cerveza, porque si pinchaban Creep de Radiohead, Wonderwall o alguna parecida y el Elfo me volvía a bajar el gorro, quizás me pusiera a llorar creando una situación de máximo surrealismo y confusión.

Salí de allí pronto, con mi amiga de la infancia y P, mientras el Elfo me decía que saliera por la noche a tomar algo. Yo le dije que se viniera a cenar con nosotras, pero lo cierto es que sonó más a típico bienquedismo que a verdadera invitación, y no sé lo que era, porque ni yo sabía lo que quería. Nos habríamos alejado unos 100 o 200 metros del recinto y ya sonó el whatsapp de P, que me puso el teléfono en la cara:

Soy un maldito gayer, me he quedado con ganas de decirle tantas cosas y de hacer tantas cosas... pero es que cuando la tengo delante no sé que me pasa que me pongo nervioso. Me siento un gilipollas.

Sonreí con penica. En lugar de agobiarme, como habría sido propio de mí, me enterneció. Pero tampoco creo que ese chico se merezca que yo esté ahí con mi receptividad nula, pensando en el Hobbit, sin ponérselo nada fácil a él, mientras él está ahí nervisoso, sin saber qué decirme o qué hacer para agradarme, cuando podría tener a casi cualquiera de alrededor. No es justo, no, el mundo no lo es.

Mientras cenábamos, llamó a P. Intentaba como fuera tener otra oportunidad en la que demostrarme que no era un gayer retrasado. Yo me quería ir a casa, hacía muchísimo frío, nevó incluso, y yo mañana a las 9 me veo las caras con esos demonios arrítimicos que parecen recién salidos de hermano mayor y que son incapaces de llevar un compás 4/4 con la mano sin perderse. Volvió a llamar cuando ya estábamos camino de casa, que aunque fuese fuéramos a tomar algo, hasta las 11 o las 12. Pero no. No sé si he hecho bien o mal, pero estaba desmotivada. De hecho lo estoy tanto que estoy por llamar a los monstruos esos y decirles que si quieren podemos cambiar la hora de mañana a otro día. Ellos también estaban en la fiesta y supongo que ahora estarán de bares. Si son arrítmicos sobrios y despejados no me imagino lo que pueden ser con resaca o de empalmada.

P dice que el Elfo me ha idealizado, y eso parece. Cuando me lo dijo al principio de la tarde, me sorprendió, pero luego he visto que algo de eso hay. Así son las atracciones a veces. Quizás con el comportamiento de hoy solo he conseguido que se sienta más fatalmente atraído. No es capaz de ver que debajo de este yo idealizado que ha creado hay una tía que no es ni de lejos lo segura que parece, que es emocionalmente inestable y contradictoria y que, además, hoy llevaba unas bragas de algodón que le llegaban al sobaco. Y si me las quitara, además, vería que no soy la buenorra que se espera, tengo una cicatriz de más de 20 cm en la cadera, unas teticas bien escasas y celulitis. Que no soy ideal, y si no que se lo pregunte al Hobbit, que fueron compañeros de clase. Él también me había idealizado hasta puntos insospechados, me tenía por un ser tan jodidamente perfecto que lo raro habría sido que no se desencantara cuando me fue conociendo de verdad.

Y hablando de él, mañana viene. O eso dijo. No le perdono que no me haya contestado al email. Y sé lo que me va a decir: me contará la historia del tren y dirá que hoy sabía que era la fiesta y no lo iba a leer y mañana ya va a estar aquí así que para qué contestar ya. Yo, como una subnormal, sigo actualizando el email y la red social. No sé si quiero o no quiero verlo. A ratos me muero de ganas, luego pienso en su no-email y en todas las contradicciones en las que ha caído en estas dos últimas semanas y no quiero tenerlo delante por nada del mundo. 



Y nada, esto ha sido la fiesta, ¿veis? Tanta expectación para nada.



------------

Releo y, al ver la foto de Frodo y Légolas, quiero añadir esta nota que hará a Juno revolverse incluso en sueños, que haría que ella y P me gritaran a la cara que si he perdido el juicio. Y lo que quiero decir es que, será porque le quiero como una payasa, pero EL HOBBIT ME PARECE MÁS GUAPO QUE EL ELFO.
Sí, Juno, he dicho GUAPO. GUAPO, GUAPO, GUAPO. Para mí lo es. Y ya.

No hay comentarios :